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El Malleus Malleficarum: Texto sobre brujería y su relevancia en el Derecho, Apuntes de Derecho

Una visita a 'el malleus malleficarum', un texto del siglo xv escrito por heinrich kramer y jacob sprenger como manual de la inquisición para la detección, persecución y control de la brujería. Se analiza su utilidad en el contexto del derecho y la elaboración de normas, destacando sus características como texto fundado en la autoridad de otros textos, texto racional para disipar miedos inconscientes y texto de autoridad. Se examina su relevancia específica en relación con la existencia de brujas y la procreación, así como su impacto editorial y uso como guía para el conocimiento de las actividades brujeriles durante más de dos siglos.

Tipo: Apuntes

2013/2014

Subido el 10/12/2014

raulceruti
raulceruti 🇪🇸

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¡Descarga El Malleus Malleficarum: Texto sobre brujería y su relevancia en el Derecho y más Apuntes en PDF de Derecho solo en Docsity! Brujas de ayer y de hoy Una visita al “Malleus malleficarum”[1]. Raúl Alberto Ceruti[2] Resumen: A través de la lectura del “Malleus malleficarum”, opúsculo para la cacería de brujas del siglo XV, se detectan modos irracionales de reacción y respuesta de las instituciones públicas. I. El “Malleus Malleficarum”, escrito por los dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, como manual de la inquisición para la detección, persecución y control de las diversas formas de la brujería. Escrito a fines del siglo XV, y a pesar de no haber sido avalado por las autoridades eclesiásticas como libro oficial, y hasta poseyendo una condena de la Facultad de Teología de la Universidad de Köln, y proscripto por la iglesia al poco tiempo de publicado, se utilizó como texto jurídico (facilitador de procedimientos, definiciones y argumentos) para el proceso y condena de mujeres en Europa y en buena parte de América. La utilidad de su análisis en el contexto del Derecho y de la Elaboración de Normas, reside en que: 1) Se trata de un texto fundado en la autoridad de otros textos, en un orden supuestamente coherente y cerrado; 2) se trata de un texto que procura métodos supuestamente racionales para detener, disipar o contrarrestar un terror inconsciente; 3) se trata de un texto de autoridad, para su observancia y actuación prácticas inmediatas. Estos tres caracteres son asimilables al Derecho como institución, en tanto en su faz normativa se presenta como texto (Códigos, normas, tratados) fundado en la autoridad de otros textos (Constitución Nacional, leyes complementarias, análogas e interpretativas, exposición de motivos, mensajes presidenciales, sentencias judiciales)[3]; en su faz política se trata de la justificación de la violencia estatal en su más cruda expresión, en orden a la disipación o exorcismo de los temores sociales; y en su faz operativa se impone como manual de procedimiento de su descarga. Desconozco si se ha efectuado una lectura psicoanalítica del texto, pero el material es extremadamente fértil a tal fin. La relevancia específica del “Malleus…”, estriba en que su contenido superficial se encuentra sostenido sobre las arenas de un inconsciente confesional, por lo que se trata de un texto límite, un texto frontera, entre lo explícito e implícito, entre lo externo y lo interno, entre lo lógico y lo irracional. En él la persecución de brujas no se escuda en consideraciones o contemplaciones adecuadas para una lectura impersonal o didáctica, sino que se lleva a cabo del modo más ostensible, sin disimulo de la militancia, ni de la repugnancia ni de la represión. A medio camino entre lo teológico y lo policial, representa el salto del presupuesto a la acción, del inconsciente al acto, del imaginario a la aplicación. El Derecho, como institución aséptica, resguardo autoproclamado de los cambios políticos, históricos o circunstanciales, si bien emerge de la división entre estos dos extremos, intenta dejar velada su base irracional, y solo ofrece a la vista la limpidez de su superficie, a la que se encuentra integrada, adherida y cristalizada. II. Toda unión artificial supone un proceso de amalgama. Y su mantenimiento supone intangibilidad. A fin de que una masa compuesta de varios elementos no se disipe, se desarme o se quiebre, debe protegerse de una capa exterior que al mismo tiempo que rellene sus intersticios, los adhiera como parte de la misma materia, homogénea e isotrópica. Esta integridad, adhesión y homogeneidad les son brindados al Estado por medio del instrumento del Derecho. En este sentido, se predica la falibilidad de los legisladores al mismo tiempo que el principio de no contradicción de las normas[4]; la corruptela de los decisores al mismo tiempo que el método silogístico de solución de disputas; y las faltas y desatenciones de los gobernantes al mismo tiempo que la integridad del sistema jurídico, carente de lagunas[5], único y constante[6]. Así también, en el “Malleus…” se indica de qué modo resulta posible la existencia de las brujas al mismo tiempo que el manten imiento del plan divino, afirmando que “Dios permite los males que de modo indirecto provocan la mayor inquietud y tormento al demonio; y de tal tipo son los efectuados por las brujas mediante el poder de los demonios. Porque el diablo se atormenta mucho, de manera indirecta, cuando ve que, contra su voluntad, Dios usa todo mal para gloria de Su nombre, para alabanza de la Fe, para purificación de los elegidos y para la adquisición de méritos. Pues es cierto que nada puede ser más irritante para el orgullo del demonio, que siempre se eleva contra Dios (como se dice: el orgullo de quienes te odian aumenta sin cesar), que el hecho de que Dios utilice sus malévolas maquinaciones para Su propia gloria. Por consiguiente, Dios permite todas estas cosas.”[7] Al Estado se lo puede quebrar desde afuera o corroer desde adentro, desapareciendo en ambos casos. Se trata de su vida y de su muerte, del acaecimiento de los extremos, regidos por lógicas y narrativas que lo exceden y superan, aunque lo incluyan y resguarden. En el supuesto de la guerra, el estado beligerante que como situación excepcional y perentoria suspende y sustituye la vigencia de las normas jurídicas por las de la emergencia, oportunidad y sobrevivencia. Su análisis es inescrutable y hasta fabuloso, y su ejecución está confiada a los ejércitos. También al Estado se lo puede debilitar, deformar o desconcertar. Se trata de su enfermedad o decaimiento, su confusión o desprestigio, de la acentuación de los medios, regidos por lógicas y narrativas incluidas en sus previsiones. Son los supuestos del delito, la blasfemia, la contravención, receptados en el Derecho, que los reencausa, reelabora y sosiega a favor de su continuidad y fortaleza. En tal sentido, su análisis es mecánico, sencillo, y su ejecución está confiada a las instituciones. Una de las preocupaciones más reiteradas en el “Malleus…” es la relacionada con la procreación, con la progenie[8]. En una sociedad masculina, con el presupuesto de las ciencias naturales que sólo indicaba al hombre como dador del germen de vida, el mantenimiento del poder se encuentra íntima y profundamente vinculado con el sostenimiento de la virilidad[9]. Es interesante observar que en el “Malleus…” se advierte que los impedimentos respecto de la facultad de engendrar, también pueden extenderse a las facultades de la voluntad y la representación: “…acerca del método por el cual se procuran esas obstrucciones, es de señalar que no afec ta sólo el poder de engendrar, sino el de la imaginación o fantasía”[10]. Esto es, coartar la posibilidad no sólo de darse su propia norma, sino de dar nuevos sentidos a la realidad. Brujas eran las mujeres. Ante las cuales los hombres, redactores de las normas, desnudaban sus prejuicios. Y sobre todo, eran aquellas mujeres que vivían según sus propias normas, que podían organizarse a través de instituciones alternativas a la familia, la propiedad y los lazos religiosos. Ellas no eran perseguidas por su desobediencia, sino por su desafío. Desafío que al mismo tiempo era el retorno a un tiempo anterior (por atávicas asociaciones entre el mundo físico y el espiritual) y una promesa de tiempos venideros (por impulso de organizaciones, libertades y formas que sólo han podido expresarse mucho después). Desafío que desde el lado de sus perseguidores se traduce como vergüenza[11]. Vergüenza social, que se hace visible allí donde se esconda el eslabón más débil del sistema jurídico, del engranaje del poder. La recepción de los terrores del inconsciente medieval en un texto de tinte teológico – jurídico como el analizado, supone su cristalización, su administratividad, su facilidad, su eficacia. Traduce y sosiega al interior de la norma (Estado), lo que hubo sido o podido ser otra norma (Estado) beligerante. Apacigua la conquista en sórdida regulación. Durante las épocas en que el tiempo se mantiene constante, en las que no resulta una variable del cambio económico y político, la identificación y la clasificación resultan ser las formas de regular conductas; y esta identificación y clasificación se llevan a cabo unilateralmente, por parte de quienes asumen la invariabilidad como justa y necesaria. No hay proceso, sino un ritual. No hay indagaciones, sino inquisición. No hay defensa, sino tortura. Luego, la identificación y clasificación no derivan sino de una imposición. Imposición que al mismo tiempo funde el reconocimiento. El rito (y la quema de brujas lo es) sustituye al argumento. III. Una institución es instituida cuando establece el modo de generar sus propias modificaciones, cuando su transformación se encuentra reglada al interior de sí misma. Y ello sólo puede obtenerse cuando no se encuentra basada en oportunidades o contingencias, sino en concepciones preasumidas, cuya fortaleza reside en su irreflexividad. De este modo, las formas sociales generan su propio inconsciente, el cual será más perdurable cuanto más cerca se encuentre de los arcaísmos, de las figuras arquetípicas, de las pulsiones vitales. El “Malleus Malleficarum”, a pesar de no tener una sanción oficial, fue el éxito editorial del siglo XVI, y durante más de doscientos años, sirvió de guía para el conocimiento y esclarecimiento de las actividades brujeriles, simplemente alegando una autoridad que apenas se distinguía del inconsciente que la sustentaba. La facultad de generar leyes es ínsita a la noción de soberanía. La desobediencia no resulta tan amenazante como la aparición de nuevas usinas normativas, o la convivencia obligada con normas existentes dictadas por distintos sistemas o jerarquías, ajenos a la fábrica del Estado formal[12]. Toda institución intenta sostenerse frente al doble riesgo de su disolución atávica, hacia lo instituido antes de su institucionalización; y de su disolución utópica, hacia lo que pueda instituirse después de su desinstitucionalización[13]. Las brujas representaban el caos del paganismo (instituido previo a la inquisición) y el vértigo de la modernidad (instituyéndose durante la inquisición). Ambas representaciones suscitan la revisión de lo dado como natural o presupuesto, lo irreflexivo y por ende inconfesable, y de all í que provoque la reacción de la vergüenza que impulsa la inmediata eyección de aquello que la provoca. Golpeado externamente por las normas de otros Estados, e internamente por el necesario reconocimiento de las normas de otros grupos, comunidades e intereses, el gobierno central en cada caso se repliega en la mera gestión, oculto por las luminarias de su propia escenografía[14], o queda relegado al comercio de los signos inmediatos. La normativa interior alternativa es asimilada a un pintoresquismo sólo trascendente para la postal histórica o curiosa del viajero ocasional. De este modo, el Estado defiende su unidad, a pesar de ver comprometida su uniformidad. El desmembramiento y fragmentación del Estado, sin embargo, no supone al mismo tiempo el desmembramiento y fragmentación del Derecho que oportunamente lo estableciera, conformara y unificara. El Derecho, como institución en sí misma, asume sus propias formas, y del mismo modo en que el “Ius” sirvió como santuario de los ritos y concepciones de las familias patricias, de la Monarquía al Imperio, pasando por la República[15], traslada las presunciones y presupuestos de la modernidad que lo fundó, atravesando las fronteras de los Estados Nacionales, y constituyéndose como la lógica subyacente irrevisable en los paneles de la Organización Mundial del Comercio[16].
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