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Pido la paz y la palabra, Apuntes de Teoría de la Literatura

Libros de lectura "pido la paz y l apalabra" y "Ejercicios de estilo"

Tipo: Apuntes

2020/2021

Subido el 23/10/2022

marina-gascon
marina-gascon 🇪🇸

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¡Descarga Pido la paz y la palabra y más Apuntes en PDF de Teoría de la Literatura solo en Docsity! Raymond Queneau Ejercicios de estilo Este libro es un canto a la imaginación. Consiste en una estúpida historia, trivial, anecdótica, que poco interés puede suscitar en cualquier lector, y que solo tiene dos párrafos, apenas media página. Entonces Queneau nos muestra el poder de la imaginación. Aplicando una idea concepto a la historia la vuelve a reescribir de 99 maneras distintas, a cual más creativa. El texto base, la historia trivial es esta: Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre. Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente. Índice de contenido Notaciones Por partida doble Lítotes Metafóricamente Retrógrado Sorpresas Sueño Pronosticaciones Sínquisis Arco iris Logo-rallye Vacilaciones Precisiones Punto de vista subjetivo Otro punto de vista subjetivo Relato Palabras compuestas Negatividades Animismo Anagramas Distinguo Homeoteleutones Carta oficial Propaganda editorial Onomatopeyas Análisis lógico Insistencia Ignorancia Pretérito perfecto Presente Pretérito indefinido Imperfecto Alejandrinos Poliptotones Aféresis Apócopes Síncopas Yo ya Exclamaciones Entonces Ampuloso Vulgar Interrogatorio Comedia Apartes Parequesis Fantasmagórico Filosófico Apóstrofe Torpe Desenvuelto Parcial Soneto Olfativo Gustativo Táctil Visual Amanerado Inesperado Sobre el autor Prefacio En una entrevista con Jacques Bens, Michel Leiris recuerda que «en el transcurso de los años treinta, estuvimos escuchando juntos (Michel Leiris y yo) en la sala Pleyel un concierto en el que se interpretaba el Arte de la Fuga. Me acuerdo que lo seguimos muy apasionadamente y que, al salir, nos dijimos que sería muy interesante hacer algo de ese tipo en el plano literario (considerando la obra de Bach, no desde el ángulo del contrapunto y fuga, sino como construcción de una obra por medio de variaciones que proliferaran hasta el infinito en torno a un tema bastante nimio)». En efecto, fue acordándome de Bach muy conscientemente como escribí Ejercicios de Estilo, y muy en especial de esa sesión de la sala Pleyel; pero, ¿era, seguro, antes de la guerra? En cualquier caso, fue en mayo del 42 cuando compuse los doce primeros (que, además, han quedado como los doce primeros del libro); pensaba limitarme a eso y titulé este modesto intento Dodecaedro, porque, como es sabido, ese bello poliedro tiene doce caras. El director de una revista muy distinguida que aparecía entonces en zona llamada libre y que me había pedido un «texto», me devolvió el Dodecaedro con aire consternado, incluso diría con tristeza, como si hubiese querido jugarle una mala pasada. Aquello no me impidió continuar; en agosto del 42, en noviembre del 42, en julio del 44, una docena más se añadió a Dodecaedro. En febrero de 1945, La Terre n’est pas une vallée de larmes, publicación surrealista y belga dirigida por Marcel Marien, publicó nueve de ellos con el título Ejercicios de Estilo; una nota decía: «El autor piensa, de este modo, "tratar el mismo asunto" —un incidente real, por lo demás, y trivial— de un centenar de maneras diferentes. Seguramente esos cien capítulos idénticos en cuanto al tema no dejarán de provocar, leídos en hilera (sic), algún efecto en el lector.» Esta nota la había redactado yo, por supuesto. En el transcurso de 1945, escribí otros dieciocho que aparecieron en diciembre del mismo año en Fontaine. En resumidas cuentas, en tres años, había redactado menos de cincuenta; todo el resto fue liquidado durante el verano de 1946 en Isle-sur-Sorgue. Me detuve en los noventa y nueve, juzgando satisfactoria la cantidad; ni tanto ni tan calvo: el ideal griego, vaya. R. Queneau, «Préface», Exercises de style; avec 45 exercises paralelles dessinés, peints et sculptés par Carelman, et de 99 exercices de style typographiques de Massin, París, Gallimard, 1963, págs. 9-10. Notaciones En el S, a una hora de tráfico. Un tipo de unos veintiséis años, sombrero de fieltro con cordón en lugar de cinta, cuello muy largo como si se lo hubiesen estirado. La gente baja. El tipo en cuestión se enfada con un vecino. Le reprocha que lo empuje cada vez que pasa alguien. Tono llorón que se las da de duro. Al ver un sitio libre, se precipita sobre él. Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: «Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo.» Le indica dónde (en el escote) y por qué. Por partida doble Hacia la mitad de la jornada y a mediodía, me encontré y subí en la plataforma y terraza trasera de un autobús y vehículo de transporte en común abarrotado y casi completo de la línea S y que va de la Contrescarpe a Champerret. Vi y observé a un hombre joven y viejo adolescente, bastante ridículo y no poco grotesco, cuello delgado y gaznate descarnado, cordón y trencilla alrededor del sombrero y gorro. Después de un atropello y confusión, dice y profiere con una voz y tono lacrimosos y llorones que su vecino y coviajero le empuja y le importuna adrede y aposta cada vez que alguien baja y sale. Dicho esto y tras abrir la boca, se' precipita y se dirige hacia un sitio y un asiento vacíos y libres. Dos horas después y ciento veinte minutos más tarde, lo encuentro y vuelvo a verlo en la plaza de Roma y delante de la estación de Saint-Lazare. Está y se encuentra con un amigo y compañero que le aconseja y le incita a que se haga añadir y coser un botón y un círculo de hueso en su abrigo y gabán. Lítotes Éramos unos cuantos que nos desplazábamos juntos. Un joven, que no tenía aire de muy inteligente, habló unos instantes con un señor que se encontraba a su lado; después, fue a sentarse. Dos horas más tarde, me lo encontré de nuevo; estaba en compañía de un amigo y hablaba de trapos. Sorpresas ¡Lo apretados que íbamos en aquella plataforma de autobús! ¡Y lo tonta y ridícula que tenía la pinta aquel chico! ¿Y qué se le ocurre hacer? ¡Hete aquí que le da por querer reñir con un hombre que -¡pretendía el tal galancete!- lo empujaba! ¡Y luego no encuentra nada mejor que hacer que ir rápido a ocupar un sitio libre! ¡En vez de cedérselo a una señora! Dos horas después, ¿Adivinan a quién me encuentro delante de la estación de Saint-Lazare? ¡El mismo pisaverde! ¡Mientras recibía consejos sobre indumentaria! ¡De un compañero! ¡Como para no creérselo! Sueño Me parecía que todo era brumoso y anacarado en torno mío, con múltiples e indistintas presencias, entre las cuales, sin embargo, sólo se dibujaba con bastante nitidez, la figura de un joven cuyo cuello demasiado largo parecía anunciar ya por sí solo el carácter a la vez cobarde y protestón del personaje. La cinta de su sombrero había sido remplazada por un cordón trenzado. Reñía luego con un individuo al que yo no veía; después, como presa del miedo, se metía en la oscuridad de un pasillo. Otra parte del sueño me lo muestra caminando a pleno sol delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: «Deberías hacerte añadir un botón en el abrigo.» En eso, me desperté. Pronosticaciones Cuando llegue el mediodía, te encontrarás en la plataforma trasera de un autobús donde se amontonarán viajeros entre los cuales repararás en un ridículo jovenzuelo: cuello esquelético y sin cinta en el sombrero de fieltro. No se encontrará bien, el pequeño. Creerá que un señor le empuja adrede cada vez que pasa gente que sube o baja. Sé lo dirá, pero el otro, despreciativo, no contestará. y el ridículo jovenzuelo, presa del pánico, se largará en sus narices, hacia un sitio libre. Volverás a verlo un poco más tarde, en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Un amigo le acompañará, y oirás estas palabras: «Tu abrigo no abrocha bien; tienes que hacer añadir un botón». Logo-rallye (Dote, bayoneta, enemigo, capilla, atmósfera, Bastilla, correspondencia.) Un día me encontraba en la plataforma de un autobús que, sin duda, debía de formar parte de la dote de la hija del Sr. Matrimonio, que presidió los destinos de la Compañía Municipal de Transportes Urbanos. Había en él un joven bastante ridículo, no porque llevase bayoneta, sino porque tenía pinta de llevarla no llevándola. De golpe, el joven acomete a su enemigo: un señor situado detrás suyo. Le acusa de no comportarse tan educadamente como en una capilla. Tensada así la atmósfera, el mequetrefe va a sentarse. Dos horas más tarde, lo encuentro a dos o tres kilómetros de la Bastilla con un compañero que le aconseja que se haga añadir un botón en el abrigo, opinion que muy bien habría podido darle por correspondencia. Vacilaciones No sé muy bien dónde ocurría aquello… ¿en una iglesia, en un cubo de la basura, en un osario? ¿Quizás en un autobús? Había allí… pero, ¿qué había allí? ¿Huevos, alfombras, rábanos? ¿Esqueletos? Sí, pero con su carne aún alrededor, y vivos. Sí, me parece que era eso. Gente en un autobús. Pero había uno (¿o dos?) que se hacía notar, no sé muy bien por qué. ¿Por su megalomanía? ¿Por su adiposidad? ¿Por su melancolía? No, mejor… más exactamente… por su juventud, adornada con un largo… ¿narigón? ¿mentón? ¿pulgar? No: cuello; y por un sombrero extraño, extraño, extraño. Se puso a pelear -sí, eso es-, sin duda con otro viajero (¿hombre o mujer?, ¿niño o viejo?). Luego eso se acabó, concluyó acabándose de alguna forma, probablemente con la huida de uno de los dos adversarios. Estoy casi seguro de que es ese mismo personaje el que me volví a encontrar, pero ¿dónde? ¿Delante de una iglesia? ¿delante de un osario? ¿delante de un cubo de la basura? Con un compañero que debía de estar hablándole de alguna cosa, pero ¿de qué? ¿de qué? ¿de qué? Precisiones A las 12 h. 17 m. en un autobús de la línea S, de 10 metros de largo, 2,10 de ancho y 3,50 de altura, a 3 km. 600 m. de su punto de partida, cargado con 48 personas, un individuo de sexo masculino, de 27 años, 3 meses y 8 días de edad, 1 m. 72 cm. de talla y 65 kg. de peso, que llevaba en la cabeza un sombrero de 17 cm. de alto cuya copa estaba rodeada por un cordón de 35 cm. de largo, interpela a un hombre de 48 años, 4 meses y 3 días de edad, 1 m. 68 cm. de talla y 77 kg. de peso, por medio de 14 palabras, cuya enunciación duró 5 segundos, alusivas a desplazamientos involuntarios de 15 a 20 mm. Va enseguida a sentarse a unos 2 m. 10 cm. de allí. 118 minutos más tarde, se encontraba a 10 metros de la estación de Saint-Lazare, en la entrada de cercanías, y se paseaba de arriba abajo sobre un trayecto de 30 metros, con un compañero de 28 años de edad, 1 m. 70 cm. de talla y 71 kg. de peso, quien le aconsejó con 15 palabras desplazar 5 cm., en dirección al cenit, un botón de 3 cm. de diámetro. Relato Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre. Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint- Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente. Palabras compuestas Yo me platautobusformaba comultitudinariamente en un espaciotiempo luteciomeridiano vecinando con un longuicolo mocoso fieltrosombrereado y cordonotrenzón. El cual altavoceó a un tipofulano: «Usted me empujaparece.» Tras eyacular estó, se sitiolibró vorazmente. En una espacio temporalidad posterior, volví a verlo mientras se sanlazaroestacionaba con un X que le decía: «Deberías botonsuplementarte el abrigo.» y le porquexplicaba el asunto. Negatividades No era ni un barco, ni un avión, sino un medio de transporte terrestre. No era por la mañana, ni por la tarde, sino a mediodía. No era ni un bebé, ni un anciano, sino un joven. No era ni una cinta, ni un bramante, sino un cordón trenzado. No era ni una procesión, ni una trifulca, sino un atropellamiento. No era ni un amable, ni un malvado, sino un colérico. No era ni una verdad, ni una mentira, sino un pretexto. No era ni uno derecho, ni uno yacente, sino uno que quería estar sentado. No era ni la víspera, ni el día siguiente, sino el mismo día. No era la estación del Norte, ni la estación de Lión, sino la estación de Saint-Lazare. No era ni un pariente, ni un desconocido, sino un amigo. No era ni un insulto, ni una burla, sino un consejo sobre indumentaria. Distinguo Por la mañana (y no por Ana la maña) viajaba en la plataforma (pero no formaba en la vieja plata) del autobús (no confundir con el alto obús), y como estaba llena (no me como esta ballena) la masa chocaba (y no la más achochada). Entonces un jovencito (y no cito un joven) extravagante (no vago estragante) se dirigió (aunque no digirió) a un sujeto (pero no atado) pacífico (no Atlántico) enojándose (no desojándose) porque éste (no Oeste) le pisaba el pie (no le pispaba el bies). Al cabo del rato (y no al rabo del gato) yo vi al tonto (no llovía a lo tonto) en San Lázaro (no el de Tormes) conversando con un amigo (no amigando con un converso) más meticuloso (mas no supositorio) en temas de indumento (y no mento más té hindú). Homeoteleutones El bus del circuito por el que transito va tocando el pito. Allí, mientras dormito, veo a un cabeza de chorlito de cuello infinito como un monolito, con un sombrerito nada bonito ni exquisito. El que cito le da un grito gratuito a uno que parece frito con el prurito del baile de San Vito: «¡Ojito, cabrito, que me excito, irrito, desgañito, despepito, derrito y agito porque Vd. me tiene ahíto, aunque yo no le incito!» Y tras lo transcrito se sienta el muy bendito mirando de hito en hito. Al salir de un garito de modo fortuito lo veo al maldito infrascrito escuchando a quien, muy perito, le cuenta un mito sobre su abrigo favorito. Carta oficial Tengo el honor de informar a usted acerca de los hechos siguientes de los cuales he podido ser testigo tan imparcial como horrorizado. Esta misma mañana, hacia el mediodía, me encontraba en la plataforma de un autobús que subía por la calle de Courcelles en dirección a la plaza de Champerret. Dicho autobús iba completo; incluso más que completo, me atrevería a decir, porque el cobrador lo había sobrecargado con varios solicitantes, sin razón admisible y movido por una benevolencia exagerada que le llevaba más allá de los límites marcados por los reglamentos y que, por consiguiente, rozaba la indulgencia. A cada parada, las idas y venidas de los viajeros que bajaban y subían no dejaban de provocar cierto atropellamiento que incitó a uno de los viajeros a protestar, mas no sin timidez. Debo decir que éste fue a sentarse en cuanto surgió la posibilidad de ello. Añadiré a mi breve relación esta addenda: tuve la oportunidad de observar a dicho viajero algún tiempo después en compañía de un personaje que no he podido identificar. La conversación entablada animadamente entre ambos parecía referirse a cuestiones de naturaleza estética. Onomatopeyas En la plataforma, plas, plas, plas, de un autobús, tuf, tuf, tuf, de la línea S (en el silencio sólo se escuchaba un susurro de abejas que sonaba), ¡pii!, ¡pii!… pintarrajeado de rojo, a eso del medio ding-dong-ding-dong día, gemía la gente apretujada, ¡aj!, ¡aj! Y he aquí quiquiriquí que un gallito gilí, ¡tururú!, que, ¡puaf!, llevaba un sombrerucho, ¡fiu!, se volvió cabreado, brr, brr, contra su vecino y le dijo, hm hm: «Oiga, usted me está empujando adrede.» Casi se pegan, plaf, smasch, pero en seguida el pollo, pío, pío, se lanzó, ¡zas!, sobre un sitio libre sentándose en él, ploc. El mismo día, un poco más tarde, ding-dong-ding-dong, vuelvo a verlo, junto a la estación, ¡fss!, ¡fsss!, ¡puu!, ¡puu!, charrando, bla, bla, bla, con otro efebo, ¡tururú!, sobre un botón del abrigo (trr, trr, precisamente no hacía calor…). Y chim-pum. Análisis lógico Autobús. Plataforma. Plataforma de autobús. El lugar. Mediodía. Aproximadamente. Aproximadamente a mediodía. El tiempo. Viajeros. Pelea. Pelea de viajeros. La acción. Joven. Sombrero. Largo cuello delgado. Un joven con un sombrero y un cordón trenzado alrededor. El personaje principal. Quídam. Un quídam. Un quídam. El personaje secundario. Yo. Yo. Yo. La tercera persona. Narrador. Palabras. Palabras. Palabras. Lo que se dijo. Sitio libre. Sitio ocupado. Un sitio libre ocupado después. El resultado. La estación de Saint-Lazare. Una hora más tarde. Un amigo. Un botón. Otra frase oída. La conclusión. Conclusión lógica. Ignorancia Yo, no sé qué quieren de mí. Pues sí, he cogido el S hacia mediodía. ¿Que si había gente? A esa hora, por supuesto. ¿Un joven con sombrero de fieltro? Es muy posible. Aunque yo no miro descaradamente a la gente. Me importa un pito. ¿Una especie de galón trenzado? ¿Alrededor del sombrero? Comprendo, una curiosidad como otra cualquiera, pero, desde luego, no me fijo en eso. Un galón trenzado… ¿Y se habría peleado con otro señor? Cosas que pasan. Y, además, ¿tendría que haberlo vuelto a ver otra vez una o dos horas más tarde? ¿Por qué no? Hay cosas aún más raras en la vida. Precisamente, recuerdo que mi padre me contaba a menudo que… Pretérito perfecto He subido en el autobús de la puerta Champerret. Había mucha gente, jóvenes, viejos, mujeres, soldados. He pagado mi billete y he mirado después a mi alrededor. No era muy interesante. Sin embargo, he acabado fijándome en un joven al que le he encontrado el cuello demasiado largo. He examinado su sombrero y me he dado cuenta de que en lugar de una cinta llevaba un galón trenzado. Cada vez que ha subido alguien, ha habido bullicio. No he dicho nada, pero el joven de cuello largo ha interpelado a su vecino. No he oído lo que le ha dicho, pero se han mirado con malos ojos. Entonces, el joven del cuello largo se ha ido a sentarse precipitadamente. Volviendo de la puerta de Champerret, he pasado por delante de la estación de Saint-Lazare. He visto al tipo de marras que discutía con un amigo. Y éste le ha señalado con el dedo un botón justo encima del escote del abrigo. Después el autobús donde yo iba se ha marchado y no los he visto más. Yo iba sentado y no he pensado en nada. Presente A mediodía, el calor se expande en torno a los pies de los viajeros del autobús. Como, colocada sobre un largo cuello, una cabeza estúpida, adornada con un sombrero grotesco, se acalora, al instante se arma la gresca. Pero todo se queda, enseguida, en una atmósfera tensa por conservar en el aire, aún demasiado vivos, graves insultos. Entonces, uno va a sentarse adentro, al fresco. Más tarde pueden formularse, delante de estaciones de doble dirección, preguntas sobre indumentaria, a propósito de algún botón que unos dedos grasientos de sudor manosean con seguridad. Alejandrinos Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. Yo, solo, en la mañana, resignado subía Al ómnibus completo de viajeros banales, Muchedumbre aburrida de rostros casi iguales. Había un vulgo errante municipal y espeso Que al pasar empujaba anárquico y avieso. Un joven petimetre de luengo y seco cuello y sombrero sin cinta —que bien me acuerdo de ello— Se enojó con un viejo al que gritó, nervioso, Que cesara al momento de empujar tan ansioso; y al punto raudo y serio viendo un asiento huero Se lanzó de éste en pos, raudo como un velero. Al cabo de dos horas y en la misma jornada Me lo vuelvo a encontrar, del azar por jugada, Hablando y departiendo con un supuesto amigo Acerca de un botón que faltaba en su abrigo. Poliptotones Subí en un autobús lleno de contribuyentes que pagaban a un contribuyente que llevaba sobre su vientre de contribuyente una cajita que contribuía a permitir a los demás contribuyentes que siguieran su trayecto de contribuyentes. Observé en este autobús a un contribuyente de largo cuello de contribuyente cuya cabeza de contribuyente llevaba un sombrero de fieltro de contribuyente ceñido por un cordón como jamás llevó contribuyente alguno. De repente, dicho contribuyente interpela a un contribuyente vecino reprochándole amargamente que le pisoteaba adrede sus pies de contribuyente cada vez que otros contribuyentes subían o bajaban del autobús para contribuyentes. Después, el contribuyente irritado fue a sentarse al sitio para contribuyentes que acababa de dejar libre otro contribuyente. Algunas horas de contribuyente después, lo vi en la plaza para contribuyentes de Roma, en compañía de un contribuyente que le daba consejos de elegancia de contribuyente. Aféresis Bí obús no jeros. Servé ven yo llo a do na rafa vaba brero lón zado. Te dó tro jero chándole aba da a ba te. Go chó se que a tio bre. Ver ví trar te ción go sejaba bre dos do mer tón go. Yo ya Yo ya lo comprendo: un tipo que se empeña en pisotearle a uno los pinreles, eso cabrea. Pero, después de haber protestado, irse a sentar como un cagueta, yo ya no lo comprendo. Yo ya vi eso el otro día en la plataforma trasera de un autobús S. Yo ya le encontraba el cuello un poco largo a aquel joven y cachonda la especie de cinta que tenía alrededor del sombrero. Yo nunca me atrevería a pasearme con un gorro parecido. Pero yo ya se lo digo a usted, después de haberle gruñido a otro viajero que le pisoteaba, el tipo fue a sentarse sin más. Yo le habría dado una torta al cerdo que me hubiese pisoteado. Yo ya veo cosas raras en la vida, yo ya se lo aseguro a usted: el mundo es un pañuelo. Yo ya lo había visto antes a aquel muchacho. Y yo, vuelvo a encontrármelo dos horas después. Yo, lo diviso delante de la estación de Saint-Lazare. Yo, me lo veo en compañía de un amigo de su clase que le decía, yo ya lo he oído: «Deberías subirte ese botón». Yo ya me he dado cuenta: señalaba el botón superior. Exclamaciones ¡Ostras! ¡Las doce! ¡Hora de coger el autobús] ¡Cuánta gente! ¡Cuánta gente! ¡Qué apreturas! ¡Qué gracia! ¡Ese pollo! ¡Qué jeta! ¡Y qué cuello! ¡Setenta y cinco centímetros! ¡Por lo menos! ¡Y el cordón! ¡Vaya cordón! ¡No lo había visto! ¡El cordón! ¡Es lo más gracioso! ¡Sí, eso! ¡El cordón! ¡En el sombrero! ¡Un cordón! ¡Gracioso! ¡Muy gracioso! ¡Y mira cómo se cabrea! ¡El del cordón! ¡Con un vecino! ¡Lo que le larga! ¡Mira el otro! ¡Que le ha pisoteado! ¡Se van a dar de tortas! ¡Seguro! ¡A que no! ¡A que sí! ¡Dale! ¡Dale! ¡Pártele la cara! ¡Venga! ¡Atízale! ¡Mecachis en la mar! ¡No! ¡Se arruga! ¡El tío! ¡Y qué cuello! ¡Y qué cordón! ¡Mira cómo vuela al asiento! ¡Allá va! ¡El tío! ¡Mira! ¡Anda! ¡No! ¡No me equivoco! ¡Es él! ¡Seguro! ¡Allí! ¡Allí mismo! ¡En la plaza de Roma! ¡Delante de la estación de Saint-Lazare! ¡Paseándose de arriba abajo! ¡Y con otro tipo! ¡Y las tontadas que le está diciendo el otro! ¡Que se añada un botón! ¡En el abrigo! ¡Sí! ¡Sí! ¡En el abrigo! Entonces Entonces llegó el autobús. Entonces subo. Entonces he visto un sujeto que me ha llamado la atención. Entonces le he visto el cuello tan largo y le he visto el cordón que llevaba alrededor del sombrero. Entonces se pone a echar pestes contra su vecino que le pisoteaba entonces. Entonces, va a sentarse. Entonces, más tarde, vuelvo a verlo en la plaza de Roma. Entonces estaba con un amigo. Entonces le dice el amigo: deberías hacerte poner otro botón en el abrigo. Entonces. Interrogatorio —¿A qué hora pasó ese día el autobús de la línea S de las 12 y 23, en dirección puerta de Champerret? —A las 12 y 38. —¿Había mucha gente en el autobús de la línea S supradesignado? —Cantidad. —¿Qué percibió Vd. de particular en él? — Un individuo que tenía un cuello muy largo y un cordón alrededor del sombrero. —¿Era tan singular su comportamiento como su aspecto y anatomía? —En principio, no; era normal, pero acabó por probarse que era el de un ciclotímico paranoico ligeramente hipotenso en un estado de irritabilidad hipergástrica. —¿En qué se tradujo eso? —El individuo en cuestión interpeló a su vecino con un tono llorón, preguntándole si le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. —¿Estaba fundamentado este reproche? —Lo ignoro. —¿Cómo acabó el incidente? —Con la huida precipitada del joven, que fue a ocupar un sitio libre. —¿Tuvo este incidente alguna consecuencia? —Menos de dos horas más tarde. —¿En qué consistió esta consecuencia? —En la reaparición de este individuo en mi camino. —¿Dónde y cómo volvió a verlo? —Pasando en autobús delante de la plaza de Roma. —¿Qué hacía él allí? —Recibía consejos sobre su vestimenta. Comedia ACTO PRIMERO Escena I (En la plataforma trasera de una autobús S, un día, hacia las doce de la mañana.) EL COBRADOR.— ¡Los billetes, por favor! (Unos viajeros le pagan.) Escena II (El autobús se detiene.) EL COBRADOR. —¡Dejen paso! ¡Delante hay sitio! ¡Dejen paso! ¡Completo! ¡Tilín! ¡tilín! ¡tilín! ACTO SEGUNDO Escena I (El mismo decorado.) PRIMER VIAJERO (joven, cuello largo, cordón alrededor del sombrero). —Se diría, señor, que usted me pisotea adrede cada vez que pasa la gente. SEGUNDO VIAJERO (se encoge de hombros.) Parequesis Sobre la tribuna o vestíbulo busterior de un bucentauro bullendo de burócratas embutidos como por un embudo, un funámbulo búlgaro con un buche tubular como una butifarra y un buñuelo bufonesco en el bulbo, apabulla, como un buchón, a un abuelo bucéfalo, abusando bucalmente. Le llama buco, pero bruscamente el buscapleitos deja la burla y bucea bufando y sonámbulo hacia una buena butaca, donde va a aburrirse, abúlico y atribulado, como en un burladero. Bulteriormente, en el bulevar nada bucólico, veo desde mi taburete del bus al mismo burguesito burdo en un conciliábulo con otro burro que, deambulando abúlico, le da pábulo hablándole de su busto. Fantasmagórico Nos, el guarda de caza de la Plaine-Monceau, tenemos el honor de rendir cuenta de la inexplicable y maligna presencia en las cercanías de la puerta oriental del Parque de S. A. R. Monseñor Felipe, el consagrado duque de Orleans, en el día de hoy, dieciséis de mayo del año de gracia de mil setecientos ochenta y cuatro, de un sombrero de fieltro de forma insólita y rodeado de una especie de galón trenzado. Consecuentemente, constatamos la repentina aparición, bajo el dicho sombrero, de un joven, provisto de cuello de longitud extraordinaria y vestido como, sin duda, se viste en China. El terrorífico aspecto de este quídam nos heló la sangre impidiéndonos la huida. El quídam permaneció inmóvil unos instantes; después, se agitó murmurando como si repeliera la proximidad de otros quídams invisibles pero sensibles para él. De pronto, su atención se dirigió hacia su capote y le oímos susurrar lo siguiente: «¡Falta un botón, falta un botón!» Se puso en camino, al punto, tomando la dirección de la Pépinière. Atraído, muy a nuestro pesar, por la extrañeza de este fenómeno, le seguimos fuera de los límites atribuidos a nuestra jurisdicción y llegamos los tres, el quídam y el sombrero, a un jardincillo desierto, mas sembrado de lechugas. Un rótulo azul de origen desconocido, mas ciertamente diabólico, llevaba la inscripción: «Plaza de Roma.» El quídam se agitó todavía durante unos momentos, murmurando: «Me quería pisotear.» Desaparecieron al punto, él primero, y algún tiempo después, su sombrero. Tras haber levantado acta de esta liquidación, fui a beberme una pinta a la Petite- Pologne. Filosófico Sólo las grandes ciudades pueden presentar a la espiritualidad fenomenológica las esencialidades de las coincidencias temporales e improbabilísticas. El filósofo que sube a veces en la inexistencialidad fútil y utilitaria de un autobús S puede percibir en él con la lucidez de su ojo pineal las apariencias fugitivas y decoloradas de una conciencia profana afligida por el largo cuello de la vanidad y por la trenza sombreril de la ignorancia. Esta materia sin verdadera entelequia se lanza a veces con el imperativo categórico de su impulso vital y recriminatorio contra la irrealidad neoberkeleyana de un mecanismo corporal inapesadumbrado de conciencia. Esta actitud moral arrastra al más inconsciente de los dos hacia una espacialidad vacía donde se descompone en sus átomos elementales y ganchudos. La indagación filosófica prosigue normalmente con el encuentro fortuito pero anagógico del mismo ser acompañado de su réplica inesencial y costurera, la cual le aconseja nouménicamente transponer al plano del intelecto el concepto de abrigo situado sociológicamente demasiado bajo. de mi historia. No sé cómo lo he hecho. Hasta es agradable esto de escribir. Aunque queda lo más difícil. Lo más duro. La transición. y aún peor porque no hay transición. Mejor lo dejo. Desenvuelto Subo al Autobús. —Va a Champerret, ¿no? —¿No sabe usted leer? —Perdone. Taladra mi billete sobre su tripa. —Tenga. —Gracias. Miro a mi alrededor. —¡Eh, oiga! Lleva una especie de galón alrededor del sombrero. —¿No podría ir con cuidado? Tiene un cuello muy largo. —¡Basta ya! ¿No? Entonces se precipita sobre un sitio libre. —Pues vaya. Me digo. II Subo al autobús. —¿Va a la plaza de la Contrescarpe? —¿No sabe usted leer? —Perdone. Hace funcionar su organillo y me devuelve mi billete con una cancioncilla taladrada. —Tenga. —Gracias. Pasamos delante de la estación de Saint-Lazare. —Mira, el tipo de antes. Aguzo las orejas. —Deberías hacerte poner otro botón en el abrigo. Le enseña dónde. —Tu abrigo está demasiado escotado. Es verdad. —Pues vaya. Me digo. Soneto Subido al autobús, por la mañana, Entre golpe, cabreo y apretón, Me encuentro con tu cuello y tu cordón, Lechuguino chuleta y tarambana. De improviso y de forma un tanto vana, Gritando que te ha dado un pisotón, Provocas a un fornido mocetón Que por poco te zurra la badana. Y vuelvo a verte al cabo de dos horas Discutiendo con otro pisaverde Acerca del gabán que tanto adoras. Él critica con saña que remuerde; Tú te enojas, fastidias y acaloras Y, por toda respuesta, exclamas: «¡Merde!» Olfativo En aquel S meridiano había, además del olor habitual, olor a ave, haces, haches, Hades; a efigies, hachís, jota, caca, leyes; a meneo, años, pedo, culo; a reses, t. v., a doble uve ce, a esquís y agria gaceta; había cierto hedor a largo cuello juvenil, cierta transpiración de galón trenzado, cierta acritud de roña, cierta peste cobarde y estreñida, tan fuertes que cuando, dos horas más tarde, pasé por delante de la estación de Saint-Lazare, los reconocí e identifiqué en el perfume cosmético, fashionable y tailoresco que emanaba de un fétido botón mal colocado. Gustativo Aquel autobús tenía un sabor especial. Curioso, pero indiscutible. No todos los autobuses saben igual. Como suele decirse, pero así es. Basta con probarlo. Aquel —un S— para ser sinceros, tenía un ligero sabor a cacao tostado, y no digo más. La plataforma tenía su aroma especial, a cacahuete no sólo tostado, sino, además, pisoteado. A un metro sesenta del suelo, una golosa, aunque allí no había ninguna, hubiese podido lamer una cosa un poco agria que era un cuello de hombre treintañero. Y veinte centímetros aún más arriba, se ofrecía a un paladar refinado la exótica degustación de un galón trenzado con un ligero sabor a chocolate. A continuación degustamos el chiclé de la pelea, las castañas del cabreo, las uvas de la ira y los racimos de la amargura. Dos horas más tarde se nos ofrecieron los postres: un botón de abrigo… una auténtica guinda… Auditivo Mocmoqueando y pedorreando, el S rechinaba a lo largo de la acera silenciosa. El trombón del sol bemolizaba mediodía. Los peatones, chillonas cornamusas, gritaban sus números. Algunos subieron un semitono, lo que bastó para llevarles hacia la puerta Champerret de melodiosos arcos. Entre los jadeantes elegidos figuraba un tubo de clarinete a quien la desgracia del destino había conferido forma humana, y la perversidad de un sombrerero llevar sobre el timbal un instrumento que semejaba una guitarra que hubiese trenzado sus cuerdas para hacerse un cinturón. De pronto, en medio de los acordes en menor de viajeros atrevidos y de viajatiples consentidoras y los trémolos balantes por el cobrador rapaz estalla una cacofonía burlesca en la que la ira del contrabajo se une a la irritación de la trompeta y al canguelo del fagot. Luego, tras suspiro, silencio, pausa y doble pausa, estalla la melodía triunfante de un botón al pasar a la octava superior. Telegráfico BUS ABARROTADO STOP JOVEN CUELLO LARGO SOMBRERO CORDÓN APOSTROFA VIAJERO DESCONOCIDO SIN PRETEXTO VALIDO STOP PROBLEMA DEDOS PIES ESTRUJADOS CONTACTO PRESUMIBLEMENTE. ADREDE STOP JOVEN ABANDONA DISCUSIÓN POR SITIO LIBRE STOP CATORCE HORAS PLAZA ROMA JOVEN ESCUCHA CONSEJOS INDUMENTARIOS COMPAÑERO STOP DESPLAZAR BOTÓN STOP FIRMADO ARCTURUS Oda En el autobús en el bus bombón el autobús S el esesosón que va por las calles por el callejón siguiendo su marcha fuese del agrado de vuestra atención no tengáis reposo ni relajación hasta que un buen día con gran emoción encontréis de pronto y de sopetón a bordo de un S de un esesosón a aquel mozalbete tan cuellilargón con el sombrerucho con el sombrerón con su botonzuelo y con su botón en el autobús en el busbombón el autobús S el esesosón Permutaciones por grupos crecientes de letras Ñanah unama ediod aciam aplat íaenl atras aform unaut erade elali obusd iaunj neasv ecuel ovend asiad lodem oquel olarg aunso orode mbrer runga adopo enzad lontr o. Tointe depron suveci rpeloa endien nopret stelep doquee baadre isotea vezque decada nosubi bajaba eros anviaj. Idament perorap noladis eabando aralanz cusionp reunsit arsesob iolibre. Smás tard unas hora aver dela elo volví staciónd nte de la zare conv esaintla on un comp ersandoc le decíaq añero que era subir ue se hici uperiord el botóns o esu abrig. Permutaciones por grupos crecientes de palabras Mañana una mediodía hacia, la en trasera plataforma un de autobús línea la observé S un a joven cuello de largo demasiado llevaba que sombrero un por rodeado galón un trenzado. Interpeló a de pronto pretendiendo que su vecino adrede cada le pisoteaba subían o vez que bajaban viajeros. la discusión para pero abandonó rápidamente sitio libre lanzarse sobre un. A verlo delante de horas más tarde volví y estaba conversando con la estación Saint-Lazare decía que se subiese un compañero que le superior de su abrigo un poco el botón. Definiciones En un gran vehículo automóvil público destinado al transporte urbano, designado por la vigésimosegunda letra del alfabeto español, un joven excéntrico portador de un sobrenombre atribuido en París en 1942, con la parte del cuerpo que une la cabeza a los hombros extendida sobre una cierta longitud y que lleva sobre la extremidad superior del cuerpo una prenda de forma variable rodeada por un burdo cordón entrelazado en forma de trenza —este joven excéntrico, imputando a un individuo que iba de un sitio a otro la falta consistente en desplazar sus pies, uno tras otro, encima de los suyos, se encaminó a posarse sobre un mueble dispuesto para sentarse, mueble convertido en no ocupado. Ciento veinte segundos más tarde, lo vi de nuevo delante del conjunto de inmuebles y de vías ferroviarias donde se efectúa el depósito de mercancías y la carga o descarga de viajeros. Otro joven excéntrico, portador de un sobrenombre atribuido en París en 1942, le daba consejos acerca de lo que le convenía hacer a propósito de un círculo de metal, cuerno, madera, etc., cubierto o no de tela, que sirve para asegurar los vestidos, en este caso un vestido masculino que se lleva encima de los demás. Tanka Un bus vetusto ¡Zas! Monta un mentecato Hay zipizape Más tarde en Saint-Lazare Un botón como tema Versos libres El autobús lleno el corazón vacío el cuello largo el cordón trenzado los pies planos planos y aplanados el sitio vacío y el inesperado encuentro junto a la estación de mil luces apagadas del corazón, del cuello, del cordón, de los pies, del sitio vacío y de un botón. Anglicismos Un dei a middei, yo teiko el bus y yo sío un yungo manno con un greito necko y un hatto con una queinta leisa trenzados. De pronto este yungo manno bicoma creizsio y acciusa un respecteibol gentilmanno de tridarle los tosos. Luego este runó a un unoccupiado pleis. A una leita auar lo sío aguein; ualkaba apo y dauno junto Seint Lasar steison. Un frendo le guivaba un advaiso sobre botton. Próstesis Zuna bmañana vhacia dmediodía, den ela aplataforma ztrasera zde hun tautobús, gno plejos ddel eparque Omonceaux, eobservé fun ejoven, zcon pel_pcuello sdemasiado mlargo, cque sexhibía hun tsombrero crodeado dpor zun agalón strenzado zen mlugar ede tcinta. Bde opronto tinterpeló za psu svecino apretendiendo cque téste tle rpisoteaba fadrede tcada gvez cque ssubía co zbajaban jviajeros. Haquel pabandonó trápidamente lla xdiscusión epara slanzarse nsobre hun tsitio avacío. Galgunas choras pmás atarde, rvuelvo la averlo ddelante ede ela aestación tde Esaint-Blazare xconversando gcon hun tcompañero cque ele rdaba fconsejos gsobre hun mbotón ede tsu aaaaaaaaaaaaaaaaaabriiiigo. Epéntesis Von díea haicia merediodía, eon lea plataforoma traseura die uan autoibús S, vai uin hombire coan eul cunello demasitado larigo quie llevauba uin somibrero rodoeado pior uin galaón trenziado eun vaez die ceinta. Due prionto interapeló a sau veucino pretuendiendo quie easte lue pisuoteaba caeda viez quie subaían o bajuaban viajueros. Paero abanodonó rápidiamente lia discusisión pavra lanzuarse soibre uan siatio livbre. Alagunas hoiras mais taurde, violví a vearlo detlante die lua estoación die Savint-Lazxare hablaundo cuon uin compañaero quoe lie aconsaejaba subair uon pioco eul bobtón surperior die siu abriggggggggggggggggggo.
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