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Este documento analiza los desafíos que enfrenta el perú en su camino hacia el desarrollo en el siglo xxi. Aborda temas como la crisis económica de la década de 1980, el gobierno de fujimori, la corrupción, el narcotráfico y la emigración de peruanos al extranjero. Destaca la importancia de construir un estado moderno y articulado con la sociedad civil para lograr un crecimiento competitivo en el contexto de la globalización. El documento resalta la necesidad de generar empleos productivos y dignos, así como de aprovechar los recursos naturales y las oportunidades tecnológicas que ofrece el mundo. Se plantea un escenario abierto para el perú, donde puede construir una historia de realizaciones fructíferas o continuar por el sendero de promesas incumplidas y derrotas sin batallas.
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Los próximos años son para nosotros un escenario abierto, ya sea para construir una historia vigorosa de realizaciones fructíferas para todos o para continuar por el mismo sendero de promesas incumplidas, delitos sin culpables, derrotas sin batallas y lamentaciones sin muros. Pero para el mundo, los próximos años sí son un escenario pleno de innovaciones en todos los campos del conocimiento y de la actividad humana. El dinamismo expansivo y concentrador de las grandes empresas corporativas las induce a asociarse, penetrar y competir en todos los mercados de los cinco continentes. Por eso son transnacionales. Sin embargo, al pertenecer y ser parte importante de algún Estado nación, esas empresas potencian sus capacidades competitivas utilizando el poder político, tecnológico, económico, financiero y militar de tal Estado. Los intereses de estos Estados corporativos configuran la manera como se globalizan los mercados y los términos con los que se acuerdan los Tratados de Libre Comercio (TLC), en el afán de expandir y consolidar sus áreas de influencia. Los nuevos conocimientos y las aplicaciones tecnológicas que se producen en los países desarrollados llegan como tsunamis a nuestro Bueno, como ustedes sabrán el Perú es un país mega diverso que cuenta con una amplia variedad de recursos naturales tanto bióticos como abióticos, que en el pasado, hemos tenido la oportunidad de aprovechar estos recursos, como esa vez de la era del guano y del salitre, un período de bonanza económica qué se vio envuelta por lo que se conoce como una 'prosperidad falaz’. “FALAZ” Por que a pesar del notable crecimiento económico experimentado, esta aparente prosperidad no se tradujo en un desarrollo sostenible a largo plazo para nuestra nación. Esto debió en gran medida al manejo inadecuado por parte de las autoridades y empresarios de aquel entonces. Lamentablemente, esta situación no es ajena a la realidad actual. A pesar de contar con abundantes recursos, beneficios y contar con la disponibilidad a acceder a nuevas tecnologías e innovaciones qué el mundo nos ofrece, no somos capaces de hacer un cambio
espacio económico por una gran diversidad de medios y de agentes sociales a través de los cuales nos vinculamos con el resto del mundo. El hecho es que la clase política permanece indolente y evasiva para encarar las reformas concretas que podrían remover los cimientos de nuestras instituciones. Si bien sus miembros son muy elocuentes en sus diagnósticos y críticas al sistema, a la hora de aprobar las reformas sustantivas sacan el cuerpo y evitan o desnaturalizan su aplicación. No quieren informar a la opinión pública sobre los costos y los beneficios que implican esas decisiones, ni persuadirla sobre la necesidad de contribuir con recursos para financiar esas reformas y liderar su implementación. Por otro lado, nuestra población sigue aumentando y se integra aceleradamente al mundo. La sociedad peruana accede masivamente a los medios de comunicación y se articula a través de una amplia red de relaciones comerciales, laborales, educativas, familiares y, recientemente, mediante la explosión de las comunicaciones interpersonales por Internet. Estas oleadas tecnológicas vienen como nuevos patrones de consumo y estilos de vida, nuevos productos y servicios, nuevos estándares de calidad, nuevas maneras de ver y hacer las cosas y nuevas formas de organizarse. Todo ello afecta a los hogares, al vecindario, a los centros de trabajo y a todos los espacios de la vida social. Somos observadores pasivos de lo que se descubre e inventa en el mundo y nos quedamos asombrados con las innovaciones tecnológicas en informática, biotecnología, comunicaciones y medios de transporte, entre otras maravillas, y utilizamos complacidos lo que nos venden las multinacionales. Pero no estamos institucionalmente atentos ni organizados para realizar cambios sustantivos y sostenidos para adoptar y adaptar estas innovaciones a nuestra realidad. Peor aún, no estamos dispuestos a impulsar nuestra propia actividad de investigación para aprovechar la extraordinaria originalidad de nuestros recursos. Más bien, entre irritados y desalentados, comprobamos día a día la precariedad y el atraso de nuestras escuelas, la congestión del tránsito, la basura no recolectada, las enfermedades alérgicas, la inseguridad en las ciudades y en las carreteras, la inoperancia de la administración de justicia, entre otras muchas deficiencias de nuestra organización social. Claro que se observan “islas de modernidad” en algunos sectores de la sociedad, pero son actitudes y conductas individuales y parceladas.
Ciertamente, la gente está más informada y atenta a lo que ocurre en el mundo y a lo que este ofrece y quiere en tiempo. Si queremos sintonizar y utilizar lo que se nos ofrece, los peruanos no tenemos otra alternativa que emprender un gran salto cualitativo para modernizar nuestras instituciones. No se trata de estabilizarnos y crecer como una economía del tercer mundo, sino de crecer en función de lo que nosotros definamos como desarrollo y de participar en la globalización de acuerdo con ese modelo de desarrollo. Es fundamental, por lo tanto, construir un Estado moderno articulado con la sociedad civil, para colocarnos competitivamente en el siglo XXI. Porque el mundo está rotando a varias revoluciones por minuto y entonces exaspera comprobar la apatía e ineptitud con la que se vienen procesando las reformas del poder judicial, de las fuerzas armadas y del sistema educativo, lo mismo que la descentralización del Estado y la modernización y ampliación de los servicios públicos y de la infraestructura vial, para citar algunas de las prioridades del Acuerdo Nacional. Pero no se puede diseñar el futuro si no reconocemos los hechos más importantes que han sucedido durante las últimas décadas y que han agudizado y profundizado las distorsiones de la economía y de la sociedad peruanas.
comprueba todos los días desde las cinco de la mañana, cuando la masa de trabajadores concurre a sus centros de trabajo a realizar sus actividades productivas. De no ser así, simplemente no habría sistema social y económico. Según una reciente información del diario El Comercio, de octubre del 2012, en el 2001 aproximadamente 10 de cada 100 trabajadores (entre salariados y no salariados, tenían un empleo decente, según el informe “El trabajo decente en el Perú: una mirada al 2011”, elaborado por el ex ministro de Trabajo Julio Gamero. Este hecho nos muestra que el aumento del empleo decente durante la primera decada del siglo XXI transcurre por la trayectoria punteada del gráfico. Ello implicará una mayor presión social como la comentada anteriormente.
1980, el nivel de las remuneraciones se contrajo en dos tercios desde 1980 a 1990, y la proporción de trabajadores subempleados se incrementó de 51% a 73% durante ese período.
Es evidente, pues, que eliminando la corrupción y mejorando sustantivamente la calidad y efectividad de nuestras instituciones, el país tendría los recursos para lograr su desarrollo.
Exteriores a diciembre del 2002, en las cuales se dan a conocer hechos muy preocupantes sobre este proceso. El informe señala que el 10% de la población peruana es migrante y que a medida que la crisis se agrava esa tendencia va en aumento. Aproximadamente la mitad de los migrantes reside en los Estados Unidos; además, el 72% de quienes salieron en el 2002 tenía entre 15 y 49 años y el 70% remite regularmente dinero a su familia. Recordemos una cita anterior, en la que se estimaba que el monto de las remesas que se enviaron al Perú era del orden de los 1. millones de dólares. Se podría considerar que estos emigrantes son una pérdida de capital humano para el país, pero en la medida en que mantienen vivos y activos los vínculos con sus familiares y están atentos y comprometidos con lo que ocurre en el Perú, son un capital valioso. Además ellos aumentan y distribuyen sus ingresos, mejoran sus capacidades, internacionalizan su visión de la vida, comunican lo que ocurre en el mundo, irradian la cultura peruana y constituyen un mercado de consumo interesante para nuestras exporta