Study with the several resources on Docsity
Earn points by helping other students or get them with a premium plan
Prepare for your exams
Study with the several resources on Docsity
Earn points to download
Earn points by helping other students or get them with a premium plan
Community
Ask the community for help and clear up your study doubts
Discover the best universities in your country according to Docsity users
Free resources
Download our free guides on studying techniques, anxiety management strategies, and thesis advice from Docsity tutors
historia de españa bloques 1 al 4 desarrollados
Typology: Exams
1 / 14
La Prehistoria es el periodo que comprende desde la aparición de los primeros antepasados del ser humano hasta la invención de la escritura (alrededor de 3.000 años antes de Cristo). Se divide en tres etapas: Paleolítico, Neolítico y Edad de los metales. En España estas etapas se sitúan cronológicamente de la siguiente manera:
fuego y practicaban enterramientos, lo que habla de la existencia de rituales y de un pensamiento simbólico de carácter religioso (Cueva Morín, en Cantabria). La Península Ibérica (coincidiendo con las glaciaciones de Riss y Würm) fue la región de Europa donde coexistieron durante más tiempo con el Homo sapiens.
3. El Paleolítico Superior. El Homo sapiens (35.000- 9.000 a C.) En este periodo hizo su aparición el Homo Sapiens. Formaban grupos nómadas de cultura más evolucionada: poseían una alimentación más diversificada, habitaban abrigos, cuevas, incluso, edificaron las primeras cabañas, su industria lítica estaba más desarrollada (instrumentos de hueso, cuerno y marfil decorados), sus expresiones artísticas alcanzaron una gran perfección, y su universo simbólico y religioso fue notablemente complejo, como muestran sus ajuares funerarios, la aparición de esculturas y los enterramientos. El MESOLÍTICO o EPIPALEOLÍTICO (9.000 y 5.000 a. C.) Durante este periodo tuvo lugar la transición entre el Paleolítico y Neolítico, que coincide con el final del Pleistoceno y el inicio del Holoceno. El calentamiento climático hizo que se perfeccionaran los instrumentos (microlitos). Aunque seguía predominando el nomadismo, en la zona del Levante aparecieron los primeros asentamientos. El NEOLÍTICO (5.000 y 3.000 a C.) Es un periodo caracterizado por la aparición de la agricultura y la ganadería, y una progresiva sedentarización. Estas actividades impulsaron la especialización y la división del trabajo , además de un incremento poblacional. Todo ello propició la aparición de sociedades más complejas y jerarquizadas. Se perfeccionaron las técnicas con el surgimiento de la piedra pulimentada, y los utensilios se diversificaron y especializaron (azadas, hoces o molinos de mano), y surgió la cerámica, para conservar y cocer los alimentos. En la Península, la revolución neolítica fue consecuencia del contacto con las culturas de otras zonas del Mediterráneo, especialmente del Oriento Próximo. El caso más evidente lo constituye la cultura de la cerámica cardial (4.000 a. C.) en las zonas del arco mediterráneo. Desde 4.000 a. C., las sociedades agroganaderas se expandieron por el resto de la Península, con una mayor importancia de las actividades ganaderas en el interior peninsular. 2.- EL ARTE RUPESTRE EN LA PENÍNSULA Realizado sobre las paredes y formas rocosas de cuevas o abrigos, son fundamentalmente pinturas, que poseían un componente simbólico , y se relacionan con prácticas y creencias mágicas, propiciadoras de la caza y recolección. Durante el PALEOLÍTICO , en el período magdaleniense, aparecieron en la Península las primeras muestras de arte rupestre. Se concentran en el Suroeste de Francia y en la cornisa Cantábrica, donde se realizó un tipo de arte figurativo, naturalista y policromado que se conoce como pintura franco-cantábrica. Estas pinturas representan animales (bisontes, caballos, ciervos...) sin formar escenas. En el Cantábrico destacan las cuevas de El Castillo, en Cantabria; Tito Bustillo o el Pindal, en Asturias; y, sobre todo, la cueva de Altamira (15.000-12.000 a. C.) , situada en la localidad cántabra de Santillana del Mar y que es conocida como la Capilla Sixtina del arte rupestre. A partir del MESOLÍTICO e incluso en el NEOLÍTICO , surgió un importante arte rupestre en el área de Levante. Representaciones en abrigos rocosos que se caracterizan por su esquematismo, monocromía, y por la aparición de figuras antropomórficas representadas en escenas (cacerías, danzas, recolección de miel…). Entre ellas destacan las de Cogull (Lérida), Valltorta (Castellón), la Cueva de la Araña (Valencia) o la de Minateda (Albacete).
El primer conocimiento del metal se originó en Próximo Oriente en el V milenio a.C., pero tardó dos mil años en llegar a la Península. En principio la metalurgia se orientó a la fabricación de armas, con el objetivo de alcanzar la supremacía militar, pero pronto se extendió también a la elaboración de joyas y adornos. Esta nueva etapa conocida genéricamente como Edad de los Metales , se ha dividido en tres grandes periodos, cuya denominación obedece al nuevo metal que se incorpora en cada una de ellas: Calcolítico (cobre), Edad del Bronce y Edad del Hierro. Durante el tercer milenio a.C. se difundió por la Península la metalurgia:
El periodo comprendido entre el final de la Edad del Bronce y los comienzos de la conquista romana de la Península se suele denominar Edad del Hierro. También se utiliza a menudo el término protohistoria , por tratarse de un periodo de transición entre la Prehistoria y la Edad Antigua. Entre el 800 y el 218 a.C. hubo una gran variedad de pueblos en el territorio peninsular. Conviven tres pueblos indígenas: tartessos, íberos y celtíberos, con los otros tres de origen mediterráneo: fenicios, griegos y cartagineses. En general, no hay discontinuidad entre las culturas del Bronce y el Hierro. Hay una evolución lenta que, unido a las influencias exteriores, diferencia los pueblos del Mediterráneo, más avanzados, de las culturas del interior. 1.- PUEBLOS PRERROMANOS EL REINO DE TARTESSOS. El reino de Tartessos fue el primer Estado de la Península Ibérica. Su centro estaría en el suroeste peninsular (Huelva, Sevilla, Cádiz) y su área de influencia se extendía hasta la región de Cartagena. Las fuentes griegas dan el nombre de Tartessos a un río (probablemente el Guadalquivir), a un extenso territorio situado al sur de la Península, y a una ciudad todavía no localizada. El origen de esta monarquía es incierto, parece remontarse al II milenio a.C., y tuvo un mayor desarrollo entre los siglos VII y VI a.C. , siendo su época de mayor esplendor el reinado del mítico Argantonio (al que se le atribuye una gran longevidad, 120 años). Existen referencias de este reino en textos griegos y bíblicos. La fama de prosperidad de que gozaba Tartessos en el mundo antiguo se debía a sus riquezas agrícolas, ganaderas, y sobre todo, minerales (oro, plata, cobre), que propiciaban un activo comercio tanto con las Islas Británicas como con los fenicios y griegos situados en territorio peninsular. A partir del siglo V a.C. desaparecen las referencias a Tartessos como reino y los textos empiezan a denominar a la zona Turdetania. Parece ser que perdieron su área de influencia por la presión de los cartagineses. De su existencia nos han quedado Importantes restos artísticos como el Tesoro de La Aliseda y el de El Carambolo. LOS ÍBEROS. El área ibérica comprendía el sur y el levante peninsular. Los iberos eran descendientes de los indígenas prehistóricos y habían recibido influencia civilizadora de fenicios y griegos. Este área estaba compuesta por un conglomerado de pueblos (turdetanos, edetanos, lacetanos, ilergetes, etc.) que eran independientes entre sí, pero que poseían ciertos rasgos comunes, como la lengua o el ritual funerario (incineración). Cronológicamente se desarrollaron desde el s. VII a.C. hasta la conquista romana en el siglo II a.C.
Su economía era rica, con un activo comercio y uso frecuente de la moneda. Agricultura (trilogía mediterránea), ganadería, cerámica, metalurgia (fabricación de armas como la falcata ibérica ) y comercio. Como novedades presentaban el uso intensivo del hierro, del torno de alfarero y de la moneda (época romana). Tenían una estructura social evolucionada, con grupos diferenciados por su poder o riqueza, desde una aristocracia minoritaria, pasando por una mayoría de agricultores, ganaderos y siervos. Como sistema político tenían una Monarquía semejante a la de Tartessos, régulos que funcionaban como caudillos, y guerreros que disfrutaban de una buena posición social. Monarquía apoyada por una poderosa nobleza. Existencia de una relación especial entre los poderosos y los guerreros, basada en el honor y la lealtad (la fides o devotio ibérica ). Construyeron poblados en sitios estratégicos, generalmente amurallados, donde no había edificios públicos, ni plazas. Las viviendas eran casa de piedra y de adobe con arcilla, casas unifamiliares semejantes unas a otras. También tenían necrópolis : unas con fosas en las que hay urnas con cenizas y otras en las que se encontraron las damas ibéricas. Culturalmente existía bastante homogeneidad, muy influenciados por griegos y cartagineses. El arte era figurativo y predominaba la funcionalidad religiosa o funeraria. Restos escultóricos: damas (Elche, Baza y Cerro de los Santos), bichas (Balazote), cerámica, santuarios. Disponían de ritos religiosos y funerarios y de escritura propia: mezcla de indoeuropea, tartessa, fenicia y griega. CELTAS Y CELTÍBEROS. Desde el año 1.000 a.C. llegaron a la Península pueblos de origen indoeuropeo. No tenían unidad racial, pero sí una lengua y cultura comunes. Entre ellos estaban los celtas , que se asentaron principalmente en el centro, oeste y norte peninsular. También podemos incluir dentro del área celta a los llamados celtíberos , ubicados en la zona centro-oriental de la meseta y el valle medio del Ebro. Alejada de la influencia de los colonizadores orientales (griegos y fenicios), el área celta estaba menos evolucionada en todos los ámbitos, aunque era muy heterogénea: los pueblos del centro y el oeste estaban tanto más desarrollados cuanto más próximos a los pueblos ibéricos, en cambio, los pueblos del norte (galaicos, astures, cántabros y vascones) presentaban el nivel más bajo de desarrollo por su aislamiento geográfico. Estos pueblos presentan algunas características generales a todos ellos:
esencialmente de la ganadería, complementada en zonas costeras con la pesca y el marisqueo. Destacaron en el arte de la orfebrería, sobre todo en oro. Dama de Elche – arte ibero Castro de Baroña (A Coruña) – cultura celta 2.- LAS COLONIZACIONES HISTÓRICAS: FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES Desde principios del primer milenio antes de Cristo diversas potencias colonizadoras procedentes del Mediterráneo oriental se asentaron en la Península Ibérica. Las razones geoestratégicas y la potencialidad económica del territorio (la riqueza en metales como plata, oro y cobre y abundancia en cereales) fueron las causas de esta oleada colonizadora. Fundaron asentamientos cerca de la costa para poder realizar los intercambios y tuvieron influencia sobre los pueblos indígenas con los que tuvieron contacto, especialmente con los íberos. Implantaron el sistema de explotación esclavista y transformaron a los pueblos indígenas (tartessos, íberos y celtas) en sociedades plenamente históricas. FENICIOS. Pueblo mercantil procedente del actual Líbano, fueron los primeros en colonizar la Península. Hacia el siglo IX a.C. fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) desde donde se expandieron por las costas andaluzas y del Sur de Portugal. Fundaron factorías sobre todo en la costa sur como Gadir, Malaca, Sexi (Almuñecar), Abdera (Adra). La estratégica localización de esta zona, entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico, y a un paso de África, la hacía especialmente idónea para las relaciones comerciales. Además, la abundancia de metales en la zona explica el interés de los fenicios por controlar estos territorios. Introdujeron la industria de salazón del pescado (explotación de salinas), uso sistemático del hierro, el aprovechamiento del esparto, la utilización del torno de alfarero, y el uso de las conchas de múrex , un molusco marino que servía para obtener púrpura con que teñir los tejidos. Utilizaron escritura alfabética y entre los restos artísticos conservados se encuentra un sarcófago antropomorfo (Cádiz). GRIEGOS. Hacia el siglo VIII a.C. llegaron los griegos, que se mantuvieron hasta la llegada de los romanos. Fundaron algunos enclaves relativamente importantes en la parte norte de la costa mediterránea peninsular: colonias como Emporion (Ampurias), Rhode (Rosas). Desde allí se establecieron en algunos puntos costeros como Mainake (cerca de Málaga).
Su principal objetivo fue el de establecer relaciones comerciales para obtener metales, esparto, aceite de oliva y sal. Mercadearon con Tartessos: a cambio de metales, sal y esparto, distribuyeron cerámica y tejidos de lino. Introdujeron nuevos cultivos (olivo y vid), animales domésticos (asno, gallina y gato), difundieron el arado, y llevaron a cabo una economía monetaria y comercial. CARTAGINESES. En el siglo VI a.C. se produjo en Próximo Oriente un hecho que acabó repercutiendo en la Península Ibérica: la caída de Tiro en poder de los babilonios. Tiro era la última ciudad fenicia que permanecía independiente y, a partir de ese momento, Cartago , una colonia que había sido fundada por los tirios en el Norte de África, tomó el relevo de los fenicios en el control del comercio en el Mediterráneo Occidental. A partir del siglo III a.C., su presencia adquirió los rasgos de una conquista militar y fundaron emporios como Ebusus (Ibiza) o Cartago Nova (Cartagena). Se enfrentaron con los griegos por el control del Levante. Tras la derrota griega de Alalia (535 a.C.), los griegos se repliegan al Noreste y los cartagineses al Sur. Su derrota frente a los romanos en la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.) les obligó a centrar sus actividades en la Península Ibérica.
En el 743 a.C. Roma aparece como la agrupación de varias aldeas de pastores y campesinos que controlan el río Tíber y todas las comunicaciones del centro de Italia. A través de un lento proceso de expansión se enfrentará a todos los pueblos itálicos y a los colonos griegos de la Magna Grecia (sur de Italia) para controlar toda la península itálica. Una vez dominada toda Italia, Roma desea la expansión por el Mediterráneo central y occidental, y es entonces cuando entrará en conflicto con la otra potencia en ese momento, Cartago (Guerras Púnicas). La victoria romana sobre Cartago en la Primera Guerra Púnica despertó el interés de Roma por la conquista de la Península Ibérica. El ataque de Aníbal en 219 a.C. a la ciudad prerromana de Sagunto, aliada de Roma, fue el casus belli que provocó la Segunda Guerra Púnica entre Cartago y Roma. Durante la Segunda Guerra Púnica (218- 201 a.C.), Roma llegó a la península Ibérica, que se convertirá en campo de batalla. La conquista de la península formará parte de estas luchas. 1ª ETAPA (218- 197 a.C.). Ocupación del litoral mediterráneo y de los valles del Guadalquivir y Ebro. El poderoso ejército cartaginés, que utilizaba la península Ibérica como base para la guerra y el reclutamiento de mercenarios, atravesó los Pirineos y los Alpes bajo la dirección de Aníbal y llevó la guerra a Italia. Mientras tanto, Roma envió sus legiones, al mando de Cneo y Publio Escipión. Utilizaron como cabeza de puente la colonia griega de Emporion (218 a.C.) y desde allí se dirigieron al sur. Después de duros enfrentamientos, en el 210 a.C. el Senado romano envió al hijo de Publio llamado Escipión el Joven. Escipión supo ganarse el apoyo de las tribus íberas del valle del Ebro, y en una maniobra brillante, en el 209, conquistó Cartago Nova, adueñándose del arsenal y liberando a los rehenes iberos allí retenidos, lo que acarreó el apoyo definitivo de los iberos. En los dos años siguientes, Escipión derrotó a los sucesivos ejércitos púnicos, hasta tomar Gades en el 206 y expulsar a los últimos cartagineses. Cartago perdió la guerra y la república romana se anexionó parte del territorio peninsular, lo sometió a tributación y estableció una nueva administración. El Senado tomó propiedad de las tierras peninsulares y las dividió (197 a.C.) en dos provincias : Hispania Citerior (la más cercana a Roma) e Hispania Ulterior (la más alejada). 2ª ETAPA (197 - 154 a.C.). Afianzamiento de las conquistas. La política romana en estos años no se orientó hacia la conquista de nuevos territorios sino más bien al afianzamiento de las nuevas fronteras. Los abusos cometidos por esta primera administración provocaron levantamientos de las tribus ibéricas, que obligaron al desembarco de más tropas. Roma aplicó una política de represión con las ciudades rebeldes, cuyos habitantes fueron vendidos como esclavos.
3 ª ETAPA ( 154 - 133 a.C.). Ocupación de la Meseta. Tras un periodo de consolidación del dominio sobre los territorios ocupados, el objetivo de Roma era avanzar en su proceso de conquista lo que le hizo chocar con los pueblos indígenas del interior, celtíberos y lusitanos, con quienes sostuvo varias guerras hasta derrotarlos. Guerras lusitanas (147-139 a.C.). Sometimiento de las tribus de la Submeseta sur y centro de Portugal, quienes, por su pobreza, atacaban continuamente los asentamientos romanos del valle del Guadalquivir. La resistencia (guerra de guerrillas) acabará con el asesinato del jefe militar lusitano Viriato (139 a.C.) Guerras celtibéricas (154-133 a C.). Roma ataca el territorio de los celtíberos, bajo el pretexto del incumplimiento de los pactos de no fortificación de las ciudades indígenas. Los enfrentamientos con los vacceos y arévacos fueron durísimos, al igual que las represalias. Con la destrucción de la ciudad celtíbera de Numancia (asediada durante 15 meses), en el 133, por el cónsul Publio Cornelio Escipión Emiliano se somete la Submeseta Norte hasta la cordillera Cantábrica. 4ª ETAPA (133 - 29 a.C.). Periodo de estabilización. Fue una nueva etapa de estabilización, con escasa incorporación de nuevos territorios. En el 123 a C. el cónsul Quinto Cecilio Metelo, somete las islas Baleares (pueblos iberos y cartagineses huidos que se dedicaban a la piratería en el Mediterráneo occidental). Fundaron dos colonias Palma y Pollentia. Coincidió con las guerras civiles que sacudieron a Roma al final de la República: las luchas entre Mario y Sila (82-72 a.C.), y entre César y Pompeyo (49-44 a.C.). La Península se convirtió en un escenario más de dichos enfrentamientos, y las tribus indígenas apoyaron a uno u otro bando. 5 ª ETAPA (29-19 a.C.). Ocupación de la franja cantábrica. Los pueblos indígenas del litoral cantábrico, (galaicos, astures y cántabros), por su pobreza, asaltaban continuamente los asentamientos romanos del valle del Duero. Roma se interesó por la posesión de las minas de esta zona, tanto las ya conocidas como los nuevos yacimientos auríferos descubiertos (valle del Sil). El mismo emperador Octavio César Augusto y su general Agripa, sometieron la zona con gran represión: ejecuciones masivas, esclavización, obligación a trabajar en las explotaciones mineras, pago de fuertes tributos, traslados masivos de pueblos de la montaña cantábrica a las llanuras del norte de la Meseta, etc. Aun así, Roma no confió en el total sometimiento de estos pueblos y se vio obligada a mantener campamentos militares con legionarios de vigilancia en puntos estratégicos al pie de la cordillera cantábrica: Astúrica Augusta (Astorga), Legio VII (León). También Augusto emprendió una reorganización administrativa , para adaptar el control de Hispania a la nueva realidad del Imperio (división territorial en tres provincias: Bética, Lusitania y Tarraconensis). Culminó la extensión de
los derechos de ciudadanía romana y latina a muchas ciudades de la Bética y del levante.
Se entiende por romanización el proceso de imposición y/o adaptación de los pueblos hispanos a las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales del Imperio romano. Implica la desaparición de ciertos elementos culturales autóctonos y su transformación y reorganización. En Hispania la romanización no se llevó a cabo de un modo homogéneo. Si en el levante y sur peninsulares se realizó de forma pacífica y rápida, debido a su mayor grado de urbanización y desarrollo cultural, en el resto de la Península se desarrolló de forma lenta y conflictiva, a causa de la resistencia de sus habitantes ante los que se adoptaron medidas drásticas de ocupación. Entre las medidas pacíficas introducidas por los romanos se encuentran: la presencia del ejército romano para controlar el territorio y reclutamiento de soldados indígenas, la construcción de vías (calzadas), el desarrollo del comercio basado en la economía monetaria, la adopción del latín como lengua oficial, la expansión de la vida urbana y la concesión de la ciudadanía romana a los indígenas. Entre las medidas drásticas , los romanos utilizaron: el sometimiento de la población a la esclavitud, el desplazamiento de la población a los valles para desarraigarla de su lugar de origen y poder controlarla, y el exterminio de la población masculina en edad de combatir. APORTACIONES ROMANAS − Sociedad esclavista. Los habitantes hispanos asimilaron la organización social romana. Libres y esclavos. Los primeros divididos en patricios (senatoriales, ecuestres, decuriones), plebeyos y libertos. Poco a poco todas las regiones se fueron romanizando hasta convertirse en ciudadanos romanos todos sus habitantes. En el año 212 d.C. el emperador Caracalla otorgó la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio. − Economía romana. La economía romana era urbana y esclavista: urbana porque la ciudad constituía el centro económico y esclavista porque la mano de obra esclava predominaba en las tareas productivas. Roma explotó los recursos naturales y humanos de los territorios que conquistó: materias primas y esclavos. La producción principal de Hispania era trigo, vino y aceite (triada mediterránea), que se exportaba a Roma. La minería era otro de los sectores económicos esenciales: se obtenía oro de Las Médulas (León), plata en Sierra Morena y cobre en Río Tinto, que también se exportaban a Roma. Por último, destacan las industrias de salazón del pescado y la fabricación de garum (salsa de pescado) en el sur peninsular. − Organización administrativa. Roma, según conquistó la península, fue transformando el territorio en provincias romanas e implantando su sistema de administración. Con la dominación romana obedeció por primera vez a una sola autoridad, y también por primera vez, un solo nombre designa a todo el territorio peninsular, Hispania. La división administrativa de la península fue haciéndose más compleja con el paso del tiempo:
− Colonias. Al igual que todo el Mare Nostrum, Hispania se cubrió de colonias (ciudades), centros económicos, sociales y políticos. Las zonas más urbanizadas fueron la Bética (Córduba, Itálica, Emérita Augusta) y la costa mediterránea (Valentia, Tarraco, Barcino). La red urbana estaba unida por un extenso conjunto de calzadas , que aseguraban al ejército romano el control efectivo del territorio. Las colonias fueron grandes focos de romanización. − El Derecho Romano. Probablemente las ciudades hispanas carecían de Derecho escrito. Cada una resolvía los pleitos según costumbres antiguas, diferentes en cada ciudad. Los romanos introdujeron su Derecho , tan perfecto, que ha sido base del de los pueblos modernos, y todas las ciudades lo adoptaron, modificando la organización de la propiedad, de la familia y de los contratos, a la manera de Roma. − El latín. Los romanos introdujeron progresivamente su lengua. Durante el periodo republicano, hay indicios de que las lenguas íberas eran aún predominantes entre la mayoría de las poblaciones sometidas, mientras el latín se extendía progresivamente entre las clases dominantes. Durante el Imperio, se fue generalizando su uso, con la pervivencia de las lenguas anteriores. Del latín van a derivar todas las lenguas romances que se desarrollarán en la península a lo largo de la Edad Media. Hispania dio grandes escritores como Séneca, Marcial, Quintiliano. − La religión. Roma fue transigente con las creencias de los pueblos indígenas. Se respetaron las creencias locales, pero era obligado el culto al emperador y a los tres dioses que simbolizaban el poder de Roma: Júpiter, Juno y Minerva. En este sentido la religión se utilizó como medio de integración política. − Cristianismo. Otro elemento importante de la romanización lo constituye la expansión del cristianismo por la península. No hay noticias del cristianismo en Hispania antes del s. II d.C. Los impulsos decisivos para la cristianización del Imperio fueron:
Los pueblos vecinos del Imperio romano aprovecharon la debilidad económica y militar que padeció a partir de la crisis del siglo III d.C. y penetraron en sus territorios. Los emperadores romanos, incapaces de organizar una defensa adecuada, dividieron el Imperio y se vieron obligados a pactar con estos pueblos o vincularlos como aliados (federados). En el año 409 irrumpieron por la fuerza en la Península tres pueblos germánicos originarios del Norte del Rin:
La economía continuó la evolución del Bajo Imperio, con un predominio absoluto de las actividades agrícolas y ganaderas. Al mismo tiempo se consolidaba el latifundismo , cuya manifestación característica era la villa , gran propiedad territorial formada por una parte explotada por el propietario y sus siervos, y otra cedida a los colonos. En paralelo a la ruralización proseguía el declive de las ciudades y como consecuencia de las actividades artesanales y el comercio. Todo ello se tradujo en una disminución de la circulación monetaria y una acentuada tendencia a la economía cerrada y autosuficiente. En el plano social, se reforzaron las relaciones de tipo personal , pues a las relaciones de dependencia de origen romano ( patrocinio ) se añadió la ancestral costumbre germánica del juramento de fidelidad del guerrero a su jefe ( comitatus ). Se originó, por tanto, una situación muy próxima al feudalismo, mediante el siguiente proceso: