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Orientación Universidad
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reflexion sobre la religion, Tesis de Teología

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Tipo: Tesis

2024/2025

Subido el 14/12/2024

gianmarco-berru-parihuaman
gianmarco-berru-parihuaman 🇵🇪

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¡Descarga reflexion sobre la religion y más Tesis en PDF de Teología solo en Docsity! CARTA A LOS ROMANOS (tomado de la Sagrada Biblia, EUNSA) PRESENTACIÓN Saludo 1 1Pablo, siervo de Jesucristo, apóstol por vocación, designado para el Evangelio de Dios, 2que Él de antemano prometió por sus profetas en las Santas Escrituras 3acerca de su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, nacido del linaje de David según la carne, 4constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santificación por la resurrección de entre los muertos, 5por quien hemos recibido la gracia y el apostolado para la obediencia de la fe entre todas las gentes para gloria de su nombre, 6entre las que estáis también vosotros, elegidos de Jesucristo, 7a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: gracia y paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Acción de gracias 8Ante todo doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por todos vosotros, ya que vuestra fe es alabada en todo el mundo. 9Pues Dios, a quien sirvo con todo mi espíritu en la predicación del Evangelio de su Hijo, es mi testigo de cómo me acuerdo de vosotros sin cesar, 10pidiendo siempre en mis oraciones que, si es voluntad de Dios, algún día tenga ocasión favorable de ir donde vosotros. 11Porque deseo veros con el fin de comunicaros alguna gracia espiritual para que seáis fortalecidos, 12es decir, para que yo sea consolado con vosotros por la fe que nos es común a vosotros y a mí. 13Pues no quiero que ignoréis, hermanos, que muchas veces me propuse ir donde vosotros — aunque hasta ahora no me ha sido posible— para recoger también entre vosotros, como entre los demás gentiles, algún fruto. 14Soy deudor de griegos y de bárbaros, de sabios y de ignorantes. 15De forma que, por lo que a mí respecta, estoy dispuesto a predicaros el Evangelio también a los que estáis en Roma. Tema de la carta 16No me avergüenzo del Evangelio, porque es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree, del judío en primer lugar y también del griego. 17Pues en él se revela la justicia de Dios de la fe hacia la fe, como está escrito: El justo vivirá de la fe. PRIMERA PARTE: JUSTIFICACIÓN POR MEDIO DE JESUCRISTO I. LA JUSTICIA POR LA FE Culpa y castigo de los gentiles 18En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de los hombres que tienen aprisionada la verdad en la injusticia. 19Porque lo que se puede conocer de Dios es manifiesto en ellos, ya que Dios se lo ha mostrado. 20Pues desde la creación del mundo las perfecciones invisibles de Dios —su eterno poder y su divinidad— se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas. De modo que son inexcusables, 21porque habiendo conocido a Dios no le glorificaron como Dios ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y se oscureció su insensato corazón: 22presumiendo de sabios se hicieron necios 23y llegaron a transferir la gloria del Dios incorruptible a imágenes que representan al hombre corruptible, y a aves, a cuadrúpedos y a reptiles. 24Por eso Dios los abandonó a los malos deseos de sus corazones, a la impureza con que deshonran entre ellos sus propios cuerpos: 25cambiaron la verdad de Dios por la mentira y dieron culto y adoraron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén. 26Por lo tanto, Dios los entregó a pasiones deshonrosas, pues sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contrario a la naturaleza, 27y del mismo modo los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos de unos por otros, cometiendo torpezas varones con varones y recibiendo en sí mismos el pago merecido por sus extravíos. 28Y como demostraron no tener un verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a un perverso sentir que les lleva a realizar acciones indignas, 29colmados de toda iniquidad, malicia, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidio, riñas, engaño, malignidad; chismosos, 30calumniadores, enemigos de Dios, insolentes, soberbios, fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes con sus padres, 31insensatos, desleales, desamorados, despiadados. 32Ellos, aunque conocieron el juicio de Dios — que quienes hacen estas cosas merecen la muerte—, no sólo las hacen, sino que defienden a quienes las hacen. Los judíos también son culpables 2 1Por eso, tú que juzgas, quienquiera que seas, eres inexcusable; porque en lo que juzgas a otro te condenas a ti mismo, ya que tú, el que juzgas, haces lo mismo. 2Pues sabemos que Dios condena según la verdad a los que hacen esas cosas. 3¿Y tú, hombre que juzgas a los que hacen las mismas cosas que tú, piensas que escaparás al juicio de Dios? 4¿O es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, y no sabes que la bondad de Dios te lleva a la penitencia? 5Tú, sin embargo, con tu dureza y con tu corazón que no se quiere arrepentir, atesoras contra ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6el cual retribuirá a cada uno según sus obras: 7la vida eterna para quienes, mediante la perseverancia en el buen obrar, 20porque nadie será justificado ante Él por las obras de la Ley; ya que el conocimiento del pecado existe por medio de la Ley. Justificación gratuita por medio de la fe en Cristo 21Ahora, en cambio, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas, se ha manifestado con independencia de la Ley: 22justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen. Porque no hay distinción, 23ya que todos han pecado y están privados de la gloria de Dios 24y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que está en Cristo Jesús. 25A él lo ha puesto Dios como propiciatorio en su sangre —mediante la fe— para mostrar su justicia tolerando los pecados precedentes, 26en el tiempo de la paciencia de Dios, con el fin de mostrar su justicia en el tiempo presente, y así ser Él justo y justificar al que vive de la fe en Jesús. 27Entonces, ¿en qué se fundamenta la jactancia? Ha quedado excluida. ¿Y por qué ley?, ¿la de las obras? No: por la ley de la fe. 28Afirmamos, por tanto, que el hombre es justificado por la fe con independencia de las obras de la Ley. 29¿Acaso Dios lo es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Sí, también de los gentiles. 30Porque un solo Dios es el mismo que justificará la circuncisión a partir de la fe y la falta de circuncisión mediante la fe. 31Así pues, ¿destruimos la Ley por la fe? ¡De ninguna manera! Al contrario: confirmamos la Ley. El ejemplo de Abrahán 4 1¿Qué diremos entonces que consiguió Abrahán, nuestro padre según la carne? 2Porque si Abrahán fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no ante Dios. 3Porque, ¿qué dice la Escritura? Creyó Abrahán a Dios, y se le contó como justicia. 4Ahora bien, al que trabaja, el salario no se le cuenta como regalo sino como algo que se le debe; 5en cambio, a quien no trabaja, pero cree en Aquel que justifica al impío, se le cuenta su fe como justicia. 6En este sentido, David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye la justicia con independencia de las obras: 7Bienaventurados aquellos a quienes se les han perdonado los delitos y a quienes se les han cubierto los pecados; 8bienaventurado el hombre a quien el Señor no le tenga en cuenta su pecado. 9Entonces, ¿esta bienaventuranza recae sobre la circuncisión o también sobre la falta de circuncisión? Porque decimos: a Abrahán la fe se le contó como justicia. 10Así pues, ¿cuándo le fue tenida en cuenta?, ¿cuando estaba circuncidado o cuando no estaba circuncidado? No cuando estaba circuncidado, sino cuando no estaba circuncidado. 11Y recibió la señal de la circuncisión como sello de justicia de aquella fe que había recibido cuando no estaba circuncidado, a fin de que él fuera padre de todos los creyentes no circuncidados, para que también a éstos la fe se les cuente como justicia; 12y padre de la circuncisión, para aquellos que no sólo están circuncidados, sino que también siguen las huellas de la fe de nuestro padre Abrahán, cuando aún no estaba circuncidado. 13En efecto, la promesa de ser heredero del mundo no se hizo a Abrahán o a su descendencia por medio de la Ley, sino por medio de la justicia de la fe. 14Pues si los herederos son los que proceden de la Ley, queda anulada la fe y abolida la promesa. 15De hecho, la Ley produce la ira; en cambio, donde no hay Ley no hay transgresión. 16Y por tanto, la promesa viene de la fe, para que, en virtud de la gracia, sea firme la promesa para toda la descendencia: no sólo para los que proceden de la Ley, sino también para los que proceden de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros 17—conforme está escrito: Te he constituido padre de muchos pueblos—, delante de Aquel a quien creyó, Dios, que da la vida a los muertos y llama a las cosas que no existen como si ya existieran. 18Él, esperando contra toda esperanza, creyó que llegaría a ser padre de muchos pueblos conforme está dicho: Así será tu descendencia. 19Y no desfalleció en la fe al considerar que su propio cuerpo estaba ya sin vigor, al ser casi centenario, y que también el vientre de Sara era estéril. 20Ante la promesa de Dios no titubeó con incredulidad, sino que fue fortalecido por la fe, dando gloria a Dios, 21plenamente convencido de que Él es poderoso para cumplir lo que había prometido. 22Por esto también se le contó como justicia. 23Ahora bien, no se escribió sólo por él que se le contó como justicia, 24sino también por nosotros, a quienes nos será tenido en cuenta; nosotros que creemos en Aquel que resucitó a Jesús nuestro Señor de entre los muertos, 25el cual fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. II. LA SALVACIÓN Y LA VIDA CRISTIANA La reconciliación por el Sacrificio de Cristo, fundamento de nuestra esperanza 5 1Justificados, por tanto, por la fe, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, 2por quien también tenemos acceso en virtud de la fe a esta gracia en la que permanecemos, y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de Dios. 3Pero no sólo esto: también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce la paciencia; 4la paciencia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. 5Una esperanza que no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado. 6Porque Cristo, cuando todavía nosotros éramos débiles, murió por los impíos en el tiempo establecido. 7En realidad, es difícil encontrar alguien que muera por un hombre justo. Quizá alguien se atreva a morir por una persona buena. 8Pero Dios demuestra su amor hacia nosotros porque, siendo todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. 9¡Cuánto más, si hemos sido justificados ahora en su sangre, seremos salvados por él de la ira! 10Porque, si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por medio de la muerte de su Hijo, mucho más, una vez reconciliados, seremos salvados por su vida. 11Pero no sólo esto: también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación. El pecado original 12Por tanto, así como por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo, y a través del pecado la muerte, y de esta forma la muerte llegó a todos los hombres, porque todos pecaron… 13Pues, hasta la Ley, había pecado en el mundo, pero no se puede acusar de pecado cuando no existe ley; 14con todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre aquellos que no cometieron una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que había de venir. 15Pero el don no es como la caída; porque si por la caída de uno solo murieron todos, cuánto más la gracia de Dios y el don que se da en la gracia de un solo hombre, Jesucristo, sobreabundó para todos. 16Y no ocurre lo mismo con el don que con el pecado de uno solo; pues la sentencia a partir de una sola caída acaba en condenación, mientras que la gracia a partir de muchos pecados acaba en justificación. 17Pues si por la caída de uno solo la muerte reinó por medio de uno solo, mucho más los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia reinarán en la vida por medio de uno solo, Jesucristo. 18Por consiguiente, como por la caída de uno solo la condenación afectó a todos los hombres, así también por la justicia de uno solo la justificación, que da la vida, alcanza a todos los hombres. 19Pues como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos. 20La Ley se introdujo para que se multiplicara la caída; pero una vez que se multiplicó el pecado, sobreabundó la gracia, 21para que, así como reinó el pecado por la muerte, así también reinase la gracia por medio de la justicia para vida eterna por nuestro Señor Jesucristo. El Bautismo 6 23pero veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza bajo la ley del pecado que está en mis miembros. 24¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte…? 25Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo Señor nuestro… Así pues, yo mismo sirvo con el espíritu a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado. La vida en el Espíritu 8 1Así pues, no hay ya ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús. 2Porque la ley del Espíritu de la vida que está en Cristo Jesús te ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. 3Pues lo que era imposible para la Ley, al estar debilitada a causa de la carne, lo hizo Dios enviando a su propio Hijo en una carne semejante a la carne pecadora; y por causa del pecado, condenó al pecado en la carne, 4para que la justicia de la Ley se cumpliese en nosotros, que no caminamos según la carne sino según el Espíritu. 5Los que viven según la carne sienten las cosas de la carne, en cambio los que viven según el Espíritu sienten las cosas del Espíritu. 6Porque la tendencia de la carne es la muerte; mientras que la tendencia del Espíritu, la vida y la paz. 7Puesto que la tendencia de la carne es enemiga de Dios, ya que no se somete —y ni siquiera puede— a la Ley de Dios. 8Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. 9Ahora bien, vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de él. 10Pero si Cristo está en vosotros, ciertamente el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu tiene vida a causa de la justicia. 11Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo de entre los muertos dará vida también a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que habita en vosotros. 12Así pues, hermanos, no somos deudores de la carne de modo que vivamos según la carne. 13Porque si vivís según la carne, moriréis; pero, si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis. La filiación divina del cristiano 14Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. 15Porque no recibisteis un espíritu de esclavitud para estar de nuevo bajo el temor, sino que recibisteis un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abbá, Padre!» 16Pues el Espíritu mismo da testimonio junto con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. 17Y si somos hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal de que padezcamos con él, para ser con él también glorificados. 18Porque estoy convencido de que los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se va a manifestar en nosotros. 19En efecto, la espera ansiosa de la creación anhela la manifestación de los hijos de Dios. 20Porque la creación se ve sujeta a la vanidad, no por su voluntad, sino por quien la sometió, con la esperanza 21de que también la misma creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22Pues sabemos que la creación entera gime y sufre con dolores de parto hasta el momento presente. 23Y no sólo ella, sino que nosotros, que poseemos ya los primeros frutos del Espíritu, también gemimos en nuestro interior aguardando la adopción de hijos, la redención de nuestro cuerpo. 24Porque hemos sido salvados por la esperanza. Ahora bien, una esperanza que se ve no es esperanza; pues ¿acaso uno espera lo que ve? 25Por eso, si esperamos lo que no vemos, lo aguardamos mediante la paciencia. 26Asimismo también el Espíritu acude en ayuda de nuestra flaqueza: porque no sabemos lo que debemos pedir como conviene; pero el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. 27Pero el que sondea los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede según Dios en favor de los santos. 28Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, de los que son llamados según su designio. 29Porque a los que de antemano eligió también predestinó para que lleguen a ser conformes con la imagen de su Hijo, a fin de que él sea primogénito entre muchos hermanos. 30Y a los que predestinó también los llamó, y a los que llamó también los justificó, y a los que justificó también los glorificó. La confianza en Dios 31¿Qué diremos a esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? 32El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él todas las cosas? 33¿Quién presentará acusación contra los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? 34¿Quién condenará? ¿Cristo Jesús, el que murió, más aún, el que fue resucitado, el que además está a la derecha de Dios, el que está intercediendo por nosotros? 35¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espada? 36Como dice la Escritura: Por tu causa somos llevados a la muerte todo el día, somos considerados como ovejas destinadas al matadero. 37Pero en todas estas cosas vencemos con creces gracias a aquel que nos amó. 38Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, 39ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro. III. EL PLAN DE DIOS SOBRE EL PUEBLO ELEGIDO Privilegios de Israel y fidelidad de Dios 9 1Os digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo: 2siento una pena muy grande y un continuo dolor en mi corazón. 3Pues le pediría a Dios ser yo mismo anatema de Cristo en favor de mis hermanos, los que son de mi mismo linaje según la carne. 4Ésos son los israelitas: a ellos pertenece la adopción de hijos y la gloria y la alianza y la legislación y el culto y las promesas; 5de ellos son los patriarcas y de ellos según la carne desciende Cristo, el cual es sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos. Amén. 6No es que la palabra de Dios haya quedado incumplida. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel, 7ni todos son hijos por ser descendientes de Abrahán según la carne, sino que: En Isaac será escogida tu descendencia. 8Es decir, no son hijos de Dios los que son hijos de la carne, sino que son considerados descendencia los hijos de la promesa. 9Pues ésta es la palabra de la promesa: Volveré por este mismo tiempo y Sara tendrá un hijo. 10Pero no sólo esto: también Rebeca concibió dos hijos de un hombre solo, Isaac nuestro padre. 11Y cuando aún no habían nacido ni habían hecho nada bueno o malo, para que el designio de Dios permaneciese según la elección, 12y no en virtud de las obras sino del que llama, se le dijo: El mayor servirá al menor; 13conforme está escrito: Amé a Jacob y odié a Esaú. La vocación de Israel 14¿Entonces, qué diremos? ¿Es que existe injusticia en Dios? ¡De ninguna manera! 15Pues a Moisés le dice: Tendré misericordia de quien tenga misericordia, y me apiadaré de quien me apiade. 16Por lo tanto, no depende de que uno quiera o de que se esfuerce, sino de Dios, que tiene misericordia. 17Pues le dice la Escritura al Faraón: Para esto mismo te he exaltado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra. 18Así pues, tiene misericordia de quien quiere, y endurece a quien quiere. 19Pero me dirás: «¿Entonces, por qué reprende? ¿Es que alguien ha podido resistir a su voluntad?» 20¡Hombre, quién eres tú para contradecir a Dios! ¿Acaso le dice la vasija al que la ha moldeado: «Por qué me hiciste así»? 21¿Es que el alfarero no tiene poder 20Isaías, por su parte, se atreve a decir: Fui encontrado por los que no me buscaban, me manifesté a los que no preguntaban por mí. 21Pero a Israel le dice: Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo incrédulo y rebelde. Salvación de una parte de Israel 11 1Entonces digo yo: ¿es que Dios rechazó a su pueblo? ¡De ninguna manera! Porque también yo soy israelita, del linaje de Abrahán, de la tribu de Benjamín. 2No ha rechazado Dios a su pueblo, al cual eligió de antemano. ¿Es que no sabéis lo que dice la Escritura en el episodio de Elías, cómo dirige a Dios sus quejas contra Israel: 3Señor, mataron a tus profetas, derribaron tus altares, y quedo yo solo, y buscan mi vida? 4Pero, ¿qué le dice la respuesta divina? Me he reservado siete mil varones, que no doblaron la rodilla ante Baal. 5Así pues, también en el tiempo presente ha quedado un resto según elección gratuita. 6Ahora bien, si es por gracia, no es por las obras, porque entonces la gracia ya no sería gracia. 7¿Entonces, qué? Lo que Israel busca no lo consiguió, mientras que los elegidos lo consiguieron; los demás, en cambio, se endurecieron, 8conforme está escrito: Les dio Dios espíritu de necedad, ojos para no ver y oídos para no oír, hasta el día de hoy. 9Y David dice: Que se les convierta la mesa en lazo, en trampa, en tropiezo y en castigo 10Que se les llenen de tinieblas los ojos para no ver. Doblégales las espaldas por siempre. 11Digo, pues: ¿es que tropezaron hasta caer definitivamente? ¡De ninguna manera! Al contrario, por su caída vino la salvación a los gentiles, para provocar su celo. 12Pues si su caída es riqueza del mundo, y su fracaso riqueza de los gentiles, ¡cuánto más lo será su plenitud! El nuevo pueblo elegido 13Pero a vosotros, los gentiles, os digo: siendo yo, en efecto, apóstol de las gentes, hago honor a mi ministerio, 14por si de alguna forma provoco celo a los de mi raza y salvo a algunos de ellos. 15Porque si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su restauración sino una vida que surge de entre los muertos? 16Y si los primeros panes son santos, también la masa; y si la raíz es santa, también las ramas. 17Y si se han cortado algunas de las ramas y tú, siendo olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y participas de la raíz y de la savia del olivo, 18no te gloríes contra las ramas; si te glorías, ten en cuenta que no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz a ti. 19Dirás entonces: «Se han cortado las ramas para que yo fuese injertado». 20Bien, fueron cortadas por la incredulidad, tú en cambio te mantienes por la fe. No te engrías: más bien teme; 21no sea que, si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdone a ti. 22Considera, por tanto, la bondad y la severidad de Dios: con los que cayeron, la severidad; contigo, la bondad de Dios, con tal de que permanezcas en ella; de lo contrario, también a ti te cortarán. 23Asimismo ellos, si no persisten en la incredulidad, serán injertados; pues Dios tiene poder para injertarlos de nuevo. 24Pues, si tú fuiste cortado de un olivo silvestre, tu árbol natural, y fuiste injertado, en contra de lo que te es natural, en un olivo bueno, ¡cuánto más aquéllos serán injertados conforme a lo que les es natural en su propio olivo! La conversión de Israel 25Porque no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no os consideréis sabios a vuestros ojos: que la ceguera de Israel fue parcial, hasta que entrara la plenitud de los gentiles, 26y así todo Israel se salve, como está escrito: De Sión vendrá el libertador, apartará de Jacob las impiedades; 27y ésta será mi alianza con ellos, cuando haya borrado yo sus pecados. 28Por lo que se refiere al Evangelio, han llegado a ser enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de sus padres. 29Porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables. 30Pues así como vosotros en otro tiempo fuisteis desobedientes a Dios, y ahora habéis alcanzado misericordia a causa de su desobediencia, 31así también ellos ahora no han obedecido, para que vosotros alcancéis misericordia, a fin de que también ellos consigan la misericordia. 32Porque Dios encerró a todos en la desobediencia, para tener misericordia de todos. 33¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Qué incomprensibles son sus juicios y qué inescrutables sus caminos! 34Pues ¿quién conoció los designios del Señor?, o ¿quién llegó a ser su consejero?, 35o ¿quién le dio primero algo, para poder recibir a cambio una recompensa? 36Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él la gloria por los siglos. Amén. SEGUNDA PARTE: VIVIR SEGÚN LA CARIDAD IV. LA CONDUCTA DEL CRISTIANO La unidad del Cuerpo Místico 12 1Os exhorto, por tanto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como ofrenda viva, santa, agradable a Dios: éste es vuestro culto espiritual. 2Y no os amoldéis a este mundo, sino, por el contrario, transformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto. 3Porque, en virtud de la gracia que me fue dada, os digo a cada uno de vosotros que no os estiméis en más de lo que conviene, sino que debéis teneros una sobria estima, según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada uno. 4Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función, 5así nosotros, que somos muchos, formamos en Cristo un solo cuerpo, siendo todos miembros los unos de los otros. 6Tenemos dones diferentes conforme a la gracia que se nos ha dado: si se trata de profecía, que sea de acuerdo con la fe, 7y si se trata del ministerio, que sea sirviendo. Y si uno tiene que enseñar, que enseñe, 8y si tiene que exhortar, que exhorte. El que da, que dé con sencillez; el que preside, que lo haga con esmero; el que ejercita la misericordia, que lo haga con alegría. La caridad con el prójimo 13Por eso, no nos juzguemos ya más unos a otros; antes bien, procurad sobre todo no hacer caer al hermano ni darle escándalo. 14Soy consciente y estoy persuadido en el Señor Jesús de que no hay nada impuro en sí mismo; sino que algo es impuro para el que lo estima impuro. 15Pues, si a causa de tu comida se entristece tu hermano, ya no andas conforme a la caridad. No pierdas a causa de tu comida a aquel por quien murió Cristo. 16Que vuestro bien no sea ocasión de maledicencia. 17Porque no consiste el Reino de Dios en comer ni beber, sino que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo, 18pues el que sirve de esta manera a Cristo agrada a Dios y es estimado por los hombres. 19Por tanto, busquemos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua. 20No destruyas por un manjar la obra de Dios. Todas las cosas, en efecto, son puras, pero es malo para el hombre comerlas dando escándalo. 21Lo bueno es no comer carne ni beber vino ni hacer cualquier cosa que pueda escandalizar a tu hermano. 22Tú, la fe que tienes, guárdala para ti mismo ante Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo en lo que decide hacer; 23pero el que tiene dudas, si come es culpable, porque no ha obrado conforme a la fe. Todo lo que no es conforme a la fe es pecado. El ejemplo de Cristo 15 1Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, y no complacernos a nosotros mismos. 2Que cada uno de nosotros agrade al prójimo buscando su bien y su edificación. 3Pues tampoco Cristo buscó su complacencia; antes bien, como está escrito: Los ultrajes de los que te ultrajaban cayeron sobre mí. 4Porque todas las cosas que ya están escritas fueron escritas para nuestra enseñanza, con el fin de que mantengamos la esperanza mediante la paciencia y la consolación de las Escrituras. 5Que el Dios de la paciencia y de la consolación os dé un mismo sentir entre vosotros según Cristo Jesús, 6para que unánimemente, con una sola voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. 7Por esta razón acogeos unos a otros, como también Cristo os acogió a vosotros para gloria de Dios. 8Digo, en efecto, que Cristo se hizo servidor de los que están circuncidados para mostrar la fidelidad de Dios, para ratificar las promesas hechas a los padres, 9y para que los gentiles glorificaran a Dios por su misericordia, conforme está escrito: Por eso te alabaré a ti entre los gentiles, y cantaré en honor de tu nombre. 10Y de nuevo, dice: Alegraos, naciones, con su pueblo. 11Y también: Alabad al Señor, todas las naciones, y ensalzadle todos los pueblos. 12Y también Isaías dice: Aparecerá la raíz de Jesé y el que surge para gobernar las naciones: en él esperarán las naciones. 13Que el Dios de la esperanza os colme de toda alegría y paz en la fe, para que abundéis en la esperanza con la fuerza del Espíritu Santo. VI. CONCLUSIÓN Y DESPEDIDA Actuación de San Pablo 14Hermanos míos: por lo que se refiere a vosotros, yo mismo estoy persuadido de que también vosotros estáis llenos de bondad, repletos de toda ciencia, hasta el punto de que podéis amonestaros unos a otros. 15Os he escrito, en parte, con cierta audacia para reavivar vuestra memoria, en virtud de la gracia que me ha sido dada por Dios 16de ser ministro de Cristo Jesús entre los gentiles, cumpliendo el ministerio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles llegue a ser grata, santificada en el Espíritu Santo. 17Tengo, por eso, de qué gloriarme en Cristo Jesús en las cosas que se refieren a Dios; 18y no me atreveré a hablar de algo que Cristo no haya realizado a través de mí para la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, 19con la eficacia de milagros y prodigios, y con la fuerza del Espíritu de Dios. De tal forma que, desde Jerusalén y por todas partes hasta la Iliria, he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo; 20teniendo cuidado, sin embargo, de predicar el Evangelio donde aún no era conocido el nombre de Cristo, para no construir sobre los cimientos puestos por otro, 21sino conforme está escrito: Los que no han recibido anuncio de él lo verán; y los que no oyeron lo comprenderán. Planes de viaje 22Por esto mismo muchas veces me ha sido imposible ir donde vosotros. 23Ahora, como no tengo ya campo de acción en estas regiones y desde hace muchos años siento un gran deseo de ir donde vosotros, 24cuando me dirija a Hispania espero veros al pasar y —tras haber disfrutado algún tiempo de vuestra compañía— que me ayudéis a ponerme en camino hacia allá. 25Por ahora, sin embargo, me marcho a Jerusalén en servicio de los santos. 26Pues Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta en favor de los pobres de entre los santos que viven en Jerusalén. 27Les pareció bien, ya que son deudores de ellos; porque si los gentiles participaron de sus bienes espirituales, deben también servirles a ellos con los bienes materiales. 28Cuando haya terminado esto, y les haya entregado este fruto, marcharé hacia Hispania, y de paso estaré con vosotros; 29pues sé que al llegar donde vosotros lo haré con la plenitud de la bendición de Cristo. 30Os suplico, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que luchéis juntamente conmigo, rogando a Dios por mí, 31para que sea liberado de los incrédulos que hay en Judea y mi ministerio en favor de Jerusalén sea aceptado por los santos 32y, llegando donde vosotros con alegría por la voluntad de Dios, pueda descansar con vosotros. 33El Dios de la paz esté con todos vosotros. Amén. Recomendaciones y saludos 16 1Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, que está al servicio de la iglesia de Céncreas, 2para que la recibáis en el Señor de manera digna de los santos, y la ayudéis en lo que pueda necesitar de vosotros: porque también ella asistió a muchos y, en particular, a mí. 3Saludad a Prisca y Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, 4que expusieron sus cabezas para salvar mi vida, a quienes damos gracias no sólo yo sino también todas las iglesias de los gentiles, 5y saludad a la iglesia que se reúne en su casa. Saludad a Epéneto, amadísimo mío, primicia de Asia para Cristo. 6Saludad a María, que se ha esforzado mucho por vosotros. 7Saludad a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de cautividad, que gozan de gran consideración entre los apóstoles y que llegaron a ser cristianos antes que yo. 8Saludad a Ampliato, amadísimo mío en el Señor. 9Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo, y a mi amadísimo Estaquis. 10Saludad a Apeles, de fe probada en Cristo. 11Saludad a los de la casa de Aristóbulo. Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la casa de Narciso que creen en el Señor. 12Saludad a Trifena y a Trifosa, que trabajan en el Señor. Saludad a la amadísima Pérside, que trabajó mucho en el Señor. 13Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre, que es también mía. 14Saludad a Asíncrito, Flegonta, Hermes, Patrobas, Hermas y a los hermanos que están con ellos. 15Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, y a Olimpas, y a todos los santos que están con ellos. 16Saludaos unos a otros con el beso santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.