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La Anxiosidad de Nucha: Un Caso de Amenaza para una Familia, Exámenes de Sistemas de Multiprocesamiento

Una conversación entre julián y nucha, dos personajes que se esconden en una casa para escapar de alguna amenaza. Nucha está dispuesta a salir de allí, pero teme que si alguien la descubre, su niña será herida o matada. Julián intenta calmar a nucha y ayudarla a salir de la situación, pero ella está decidida a proteger a su hija por todos los medios. La historia muestra la extrema ansiedad y el miedo que domina a nucha, y la determinación de julián para ayudarla.

Tipo: Exámenes

2018/2019

Subido el 03/01/2019

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_3637-13 🇪🇸

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¡Descarga La Anxiosidad de Nucha: Un Caso de Amenaza para una Familia y más Exámenes en PDF de Sistemas de Multiprocesamiento solo en Docsity! – Tenemos que hablar. Y ha de ser aquí, por fuerza. En otras partes no falta quien aceche. – Es verdad que no falta. – ¿Hará usted lo que le pida? – Ya sabe que... – ¿Sea lo que sea? – Yo... Su turbación crecía: el corazón le latía con sordo ruido. Se recostó en el altar. – Es preciso -declaró Nucha sin apartar de él sus ojos, más que vagos, extraviados ya- que me ayude usted a salir de aquí. De esta casa. – A... A... salir... -tartamudeó Julián, aturdido. – Quiero marcharme. Llevarme a mi niña. Volverme junto a mi padre. Para conseguirlo hay que guardar secreto. Si lo saben aquí, me encerrarán con llave. Me apartarán de la pequeña. La matarán. Sé de fijo que la matarán. El tono, la expresión, la actitud, eran de quien no posee la plenitud de sus facultades mentales; de mujer impulsada por excitación nerviosa que raya el desvarío. – Señorita... -articuló el capellán, no menos alterado-, no esté de pie, no esté de pie... Siéntese en este banquito... Hablemos con tranquilidad... Ya conozco que tiene disgustos, señorita... Se necesita paciencia, prudencia... Cálmese... Nucha se dejó caer en el banco. Respiraba fatigosamente, como persona en quien se cumplen mal las funciones pulmonares. Sus orejas, blanquecinas y despegadas del cráneo, transparentaban la luz. Habiendo tomado aliento, habló con cierto reposo. – ¡Paciencia y prudencia!, tengo cuanto cabe en una mujer. Aquí no viene al caso disimular: ya sabe usted cuándo empezó a clavárseme la espina: desde aquel día me propuse averiguar la verdad, y no me costó... gran trabajo. Digo, sí: me costó un... un combate... En fin, eso es lo que menos importa. Por mí no pensaría en irme, pues no estoy buena y se me figura que... duraré poco... pero... ¿y la niña? – La niña... – La van a matar Julián, esas... gentes. ¿No ve usted que les estorba? ¿Pero no lo ve usted? – Por Dios le pido que se sosiegue... Hablemos con calma, con juicio... – ¡Estoy harta de tener calma!- exclamó con enfado Nucha, como el que oye una gran simpleza-. He rogado, he rogado... He agotado todos los medios... No aguardo, no puedo aguardar más. Esperé a que acabasen las elecciones dichosas, porque creía que saldríamos de aquí y entonces se me pasaría el miedo... Yo tengo miedo en esta casa, ya lo sabe usted, Julián; miedo horrible... Sobre todo de noche. A la luz del sol, que tamizaban los visillos carmesíes, Julián vio las pupilas dilatadas de la señorita, sus entreabiertos labios, sus enarcadas cejas, la expresión de mortal terror pintada en su rostro. – Tengo mucho miedo.-repitió estremeciéndose.
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