Scarica resumen ornamento y delito Adolf Loos e più Sintesi del corso in PDF di Architettura e Città Sostenibili solo su Docsity! Ornament und Verbrechen VIENA 1908 Ornamento y delito y otros escritos. Barcelona 1980 Adolf Loos es uno de los arquitectos cuya obra escrita alcanza el mismo nivel que su obra construida. Aun después de ser conocido como arquitecto siguió escribiendo, pues tenía un objetivo que consideraba como una misión: una arquitectura y un diseño modernos, funcionales y sin ornamentos ni arte. A sus colegas «deformados» oponía el artesano sencillo y natural. Loos nació en Brno en 1870 y era hijo de un cantero; ese origen le marcó. Después de hacer prácticas como albañil estudió Arquitectura entre 1890 y 1893 en la Universidad Técnica de Dresde, carrera que no finalizó. La visita a la Exposición Universal de 1893 en Chicago se amplió hasta una estancia de tres años en Estados Unidos, que le dejó huellas profundas. Loos conoció los desarrollos más recientes como la construcción en esqueleto y la arquitectura de rascacielos de la Escuela de Chicago. Sin embargo, su verdadero descubrimiento fue el estilo de vida vital de Estados Unidos. En 1896, Loos se estableció en Viena, donde comenzó proyectando interiores de vivienda y de comercios. En 1909-1911, Adolf Loos construyó una casa para la sastrería Goldman & Salatsch. Su emplazamiento en la Michaelerplatz, enfrente del Hofburg (Palacio), la convirtió en un escándalo. La zona comercial, recubierta de mármol, produce un efecto representativo y abstracto a la vez y revela modelos norteamericanos, pero también una postura clasicista. De dicha zona se distingue claramente el área de vivienda, con una fachada de revoco sin ornamentación, y ventanas fuertemente incisas. La casa de la Michaelerplatz es un manifiesto en piedra, que ilustra el rechazo de todo ornamento, ya proceda del historicismo o del modernismo; en su lugar apuesta por los materiales y las proporciones. El escandaloso exterior empujó la exquisita decoración y la estructura espacial a un segundo plano. Aquí se aprecian los primeros pasos hacia el denominado plan espacial, que Loos desarrolló partiendo de modelos anglosajones. Plan espacial significa que no se trata tan solo de proyectar una planta, en la superficie, sino que hay que tener también en cuenta la tercera dimensión. Cada espacio necesita la altura adecuada a su función; de este modo surge un conjunto complejo e intrincado. Junto a la arquitectura para la burguesía, después de 1918 Loos se dedicó a la construcción de viviendas para obreros. Para ello, desarrolló modelos para el urbanismo en los barrios periféricos; siguiendo la necesidad como consecuencia de la posguerra, dichos modelos se basaban en el principio del autoabastecimiento. «Toda población parte del jardín. El jardín es lo primario, la vivienda lo secundario»; así expone Loos en sus Regeinfiir die Siediung (Reglas para el poblamiento, 1920). Fue, durante un año, el director de la Oficina de Urbanismo, pero los obstáculos burocráticos le hicieron abandonar. Se trasladó por un año a París; sin embargo, aquí no tuvo apenas encargos, con excepción de una casa para el poeta Tristan Tzara, amigo suyo. Entre las últimas obras construidas de Loos, poco antes de su muerte en 1933, se encuentra una casa doble en la Exposición de la Werkbund austríaca, signo de un acercamiento tardío, pues Loos no participó en la fundación de la Werkbund, a la que dedicó comentarios sarcásticos, con títulos como «Los superfluos», dirigidos a los artistas modernistas Josef Hoffmann (1890-1956), Henry van de Velde (1863-1957) y Richard Riemerschmid (1868-1957): «Lo que necesitamos es una cultura de ebanistas. Si los artistas aplicados volvieran a pintar cuadros o a barrer calles, la tendríamos». Si se consideran en un contexto su obra construida y la publicada, el equivalente del manifiesto en piedra, en la casa de Michaelerplatz, sería Omament und Verbrechen (Ornamento y delito, 1908), un escrito polémico muy difundido, como sugirió el propio autor. En 1910, Loos propuso al galerista berlinés Herwarth Walden, como texto para el anuncio de una conferencia: «Adolf Loos, arquitecto de Viena conocido por sus ideas radicales, cuya primera construcción monumental fue detenida por el ayuntamiento de Viena, dará una conferencia. El arquitecto Loos es conocido por la conferencia del pasado año: Ornamento y delito, que despertó tanta polémica». Cuando Loos escribió Ornamento y delito tenía una experiencia de diez años dedicados a escribir. Se había dado a conocer al gran público en 1898 con una serie en Freie Presse. Sus artículos solían tratar de arquitectura; sin embargo, también expresaba su opinión sobre la confección y el calzado. Una y otra vez intentaba liberar los objetos de la vida corriente de su sobrecarga artística y representativa y devolverles una sencillez adecuada estética, funcional y social. En Ver sacrum, la revista de la Secesión vienesa, se publicó en 1898 Die Potemkin'sche Stadt (La ciudad de Potemkin), un ataque a la arquitectura histórica de la Ringstrasse. «Cuando paseo por la circunvalación, es como si un Potemkin moderno hubiera querido convencer a alguien de que se había trasladado a una ciudad de puros nobles». A la «plebe», a los arribistas, les reprochaba vivir por encima de sus posibilidades, en casas de alquiler que querían ser palacios renacentistas. También atacaba a los arquitectos que accedían a estos deseos, pues —decía— no construyen palacios, sino casas banales, a las que cuelgan ornamentos. «Sus detalles ornamentales, consolas, coronas de frutos, y trozos de diente son pegotes de cemento». Para un esteta del material como Loos, esa farsa era insoportable, no solo en el sentido moral, sino también en el económico, por el derroche de mano de obra, tiempo y dinero que suponía. En su estancia en Estados Unidos, Loos se confesó entusiasta partidario del progreso: «Sí, nuestro tiempo es bello, tan bello que no querría vivir en ninguna otra época». Buscaba la forma moderna. Sin embargo, ver en Loos únicamente un antitradicionalista sería injusto. Encontró su ideal en los comienzos del siglo XIX, en la sencilla arquitectura burguesa y en el neoclasicismo de Karl Friedrich Schinkel. El historicismo de la Ringstrasse no era su único enemigo hacia 1900; Loos se volvió también contra los contemporáneos que se regodeaban en las formas modernistas. Atacaba a los diseñadores que se portaban como si fueran artistas y que, a sus ojos, cometían crímenes estéticos. Los paralelismos con la crítica de su amigo Kari Kraus de la «modernidad de la decadencia de cafetería» y la decadencia del lenguaje son evidentes. En la sátira Vom armen reichen Manne (El pobre hombre rico), Loos ponía en evidencia al tipo del arquitecto artista déspota y ridiculizaba a sus clientes. El «pobre hombre rico» se dirige a un famoso arquitecto y le dice: «Consígame arte. Lo que cueste, no importa». Y este hace de la casa una obra de arte integral, en la que nada —ni siquiera un guante- se escapa al diseño, con el resultado de que el «pobre hombre rico» ya no es el señor estético en su propia casa. Moral implícita de esta historia: el arte es el arte y el objeto de uso diario es un objeto de uso diario, que debe estar libre del arte. Esta moral se repite y un elevado número de artículos se puede reducir a unas pocas tesis y tópicos, tratados ya en Ornamento y delito. Loos comienza, con una generosa simplificación, pasando rápidamente por la evolución individual y social incluyendo la aparición del arte como origen erótico; como prueba de una ornamentación ingenua e inocente presenta los tatuajes de Papua. «El hombre moderno que se tatúa es un criminal o un degenerado». Después pasa a tratar sus propias ideas: «Yo he llegado al siguiente convencimiento, que me ha regalado el mundo: la evolución de la cultura es sinónimo de desaparición del ornamento de los objetos de uso diario». La falta de ornamentos es lo adecuado a los tiempos modernos. «La ausencia de ornamentos es signo de fuerza espiritual». El gusto por el ornamento, ya sea tallado, cortado o fundido, no es solo un problema estético, sino también «un crimen contra la economía nacional», pues esclaviza a los trabajadores a realizar un trabajo inútil y mal pagado. Es evidente que con todo esto Loos se ganó enemigos; su actuación fue una lucha continua. Los artículos escritos entre 1897 y 1900 los publicó en 1921 con el título resignado Ins Leeré gesprochen (Hablando en el vacío}. Sin embargo, el siguiente volumen (1931) se llamó Trotzdem